Por Telma Luzzani
Haití, ese país ninguneado constantemente por los medios poderosos de comunicación (salvo terremoto o magnicidio), no sólo tendrá ahora sus titulares en tapa sino que, de repente, toda la atención de la mismísima Casa Blanca, que pide convocar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ¡nada menos!, para tratar su caso. Asombroso.
No menos sorprendente es que el ex presidente Jovenel Moïse, asesinado hace pocas horas en su domicilio, se haya convertido velozmente en un demócrata y que la complejísima situación de Haití (con estallidos sociales, persecución a opositores y violencia institucional perpetrada por bandas paramilitares) sea caracterizada por Luis Almagro de la OEA y otros followers de EEUU como Canadá y Colombia, como “de estabilidad institucional”.
Luis Abinader, presidente de República Dominicana, país con el que Haití comparte la isla La Española, aquella que fue la primera en ser invadida por Cristóbal Colón en 1492 y que tuvo un papel crucial en la sangrienta historia de la conquista, dijo que “el asesinato de Moïse atenta contra el orden democrático de Haití y la región”.
¿Cuál orden democrático? “El de Jovenel Moïse era claramente un gobierno de facto e inconstitucional”, asegura el abogado, sociólogo y doctor en Historia, especialista en Haití, Juan Francisco Martínez Peria. “En primer lugar cerró el parlamento en enero del 2020 y desde entonces gobernó por decreto. Por otra parte, en febrero del 2021, concluyó su mandato: así lo consignó el Poder Judicial de Haití. No obstante, él siguió. Cesanteó a los jueces y dijo que su presidencia terminaba en el 2022. Había asumido en febrero de 2017 pero, realmente, con muy poca legitimidad de origen: primero por acusaciones de fraude en las elecciones y luego por tener apenas una participación electoral del 18%”, explica.
Por si esto no bastara, -continúa Martínez Peria, autor de “¡Libertad o muerte! Historia de la Revolución Haitiana”-, para septiembre, Jovenel Moïse había convocado a una reforma constitucional con la idea de eliminar la figura del primer ministro, reducir una de las cámaras del Parlamento y reforzar la figura presidencial.
El sucesor de Moïse, Claude Joseph, hasta hace pocas horas primer ministro de Haití (nombrado en abril del 2021) y ahora presidente interino, no es menos inconstitucional. Según la Carta Magna haitiana, el primer ministro y jefe de gobierno de país, debía haber sido ratificado por el Parlamento en abril, pero como estaba cerrado, Joseph nunca fue confirmado. Joseph, que acaba de declarar el estado de sitio, se desempeñó como embajador de Haití en Argentina y tiene profundo lazos con EEUU.
¿Por qué tanta preocupación por Haití?
El tema es muy extenso, pero hay, sobre todo, razones geoestratégicas y económicas.
Geoestratégicas: Haití está en el corazón del Caribe, a pocos kilómetros de EEUU, una zona hipercustodiada por Washington, no sólo por ser una de las más vulnerables para su seguridad sino porque es un punto geográfico clave para el comercio (legal e ilegal) global. El Caribe concentra no sólo varias guaridas fiscales sino que, por su importancia, centraliza bases militares de Francia, Reino Unido, Países Bajos y Estados Unidos.
Económicas: es rica en recursos naturales y biodiversidad. “EEUU y sus socios menores como Canadá pero también Alemania, Francia y otras naciones europeas, tienen enormes intereses económicos”, escribió Lautaro Rivara, sociólogo e investigador del Conicet en un muy recomendable artículo “Pobre rico Haití: el “Rey de la banana” y sus cortesanos agrícolas”. “Parques industriales, explotaciones y prospecciones mineras, emprendimientos turísticos de enclave, acaparamiento de tierras y zonas francas agrícolas. Eso sin contar algunas iniciativas non sanctas en otros puntos del Caribe, como por ejemplo el secuestro de islas enteras, el tráfico de estupefacientes o las guaridas fiscales en donde el dinero ingresa sucio y sale libre de pecado.”
En la nota mencionada, Rivara se explaya largamente sobre el acaparamiento de tierras por parte del asesinado Moïse y de los oscuros y extensos intereses de las multinacionales norteamericanas (como la Coca Cola) que se quedaron (sobre todo después del terremoto del 2010) con la mitad de las tierras haitianas disponibles.
Haití pasó de ser autosuficiente en la producción de arroz (elemento principal de su dieta) a importarlo masivamente. Es conocido el mea culpa de Bill Clinton cuando explicó cómo sus acciones terminaron ayudando a los “farmers” pero hambreando a los haitianos. De 10 millones de personas 3,8 millones están en la línea del hambre.
La imagen que ofrecen los países centrales, sus organismos y sus medios de comunicación de Haití es la de una nación pobre, no la de una nación saqueada.
Se esconde su pasado: haber sido el primer y único país en el mundo donde hubo una revolución de esclavos exitosa (1791-1804) y donde justamente se le negaba la propiedad de la tierra a los extranjeros bajo argumentos de soberanía y dignidad nacional, obstáculo que fue eliminado en 1915, luego de la primera intervención armada de EEUU en ese país.
Y también se oculta su presente. Como en muchos de nuestros países en Haití también hay dos modelos en pugna. “Uno es el proyecto del movimiento social y popular, cuyo objetivo es un país democrático, que transforme las actuales estructuras de desigualdad y opresión. Y otro el proyecto del imperialismo norteamericano, asociado a la oligarquía haitiana, quienes intentan mantener el status quo”, asegura el economista haitiano Camille Chalmers.
Las masivas manifestaciones, que los medios de comunicación no cubren, pero que se viene sucediendo en Haití en los últimos años son parte de esta pugna de la larga tradición de resistencia y lucha de su pueblo.
FUENTE: Web El Destape – https://www.eldestapeweb.com/internacionales/latinoamerica/mentiras-y-verdades-sobre-haiti-la-nacion-rebelde-20217719300
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