por Claudio della Croce
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La undécima conferencia ministerial escenificada esta semana con gran despliegue en Buenos Aires podría quedar en los registros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) como la peor de sus reuniones cumbre que se realizan regularmente cada dos años, y puesto en evidencia la crisis del organismo para enfrentar los múltiples desafíos que enfrentan sus 164 países-miembro, entre ellos las economías centrales ( EE.UU, China, Unión Europea) como la mayor parte de los países periféricos.
Ya en las primeras negociaciones de esta reunión ministerial la excanciller argentina, Susana Malcorra, presidenta de la conferencia, expresó superficialmente algún pesimismo sobre las expectativas de la cita y señaló el escaso o nulo avance en los grupos de negociación. Lo cierto es que la parálisis no era nueva, sino que se arrastra ni más ni menos desde el comienzo de negociaciones en Doha (Qatar) en 2001.
Ya en las primeras negociaciones de esta reunión ministerial la excanciller argentina, Susana Malcorra, presidenta de la conferencia, expresó superficialmente algún pesimismo sobre las expectativas de la cita y señaló el escaso o nulo avance en los grupos de negociación. Lo cierto es que la parálisis no era nueva, sino que se arrastra ni más ni menos desde el comienzo de negociaciones en Doha (Qatar) en 2001.
A esta altura queda claro el fracaso del compromiso de ser la “Ronda del Desarrollo” para los países más pobres y su incapacidad de encontrar consenso entre los más ricos por las crecientes tensiones y desequilibrios en sus vinculaciones.
Pero el resultado de la conferencia fue aun peor que lo esperado: terminó sin acuerdo sustancial alguno. Hasta se postergó la ceremonia de cierre –dos horas primero, una hora luego y otra más después- porque no había siquiera consenso sobre un borrador para una declaración conjunta.
Un fracaso para el multilateralismo, pero también para el presidente argentino Mauricio Macri, quien tampoco pudo anunciar un tratado de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea, como había preanunciado a todo el mundo.
Ya en el comienzo de las primeras conversaciones de la conferencia, la excanciller argentina Susana Malcorra, presidenta de la conferencia, confesó ser pesimista sobre las expectativas de la cita y señaló el escaso o nulo avance en los grupos de negociación.
Y casi ningún avance lograron en estos tres días los negociadores, que intentaban fijar propuestas para remover trabas el comercio agrícola, eliminar los subsidios a la pesca, dotar de más transparencia al organismo, participar a las pymes del comercio global, definir regulaciones para el comercio electrónico o el comercio de servicios, como había puntualizado el vocero de la OMC, Keith Rockwell.
Rockwell tuvo que cambiar sus argumentos sobre la marcha. Desde el lunes insistió en que quizás el mayor anuncio que se iba a lograr en Buenos Aires era la declaración para el empoderamiento de las mujeres, que se realizó el martes: nadie comprendió bien su significación ni su vinculación concreta con la delicada situación del comercio y la economía mundial que, además, afecta a todos los sexos.
El optimismo sin sentido tuvo que ser revertido por el Director General de la OMC, el brasileño Roberto Azevedo, al confesar al cierre de la conferencia que “los miembros no se pudieron poner de acuerdo en resultados sustantivos”, reconociendo que la imposibilidad de cumplir plazos en las negociaciones genera una “decepción especialmente amarga” pese al “trabajo con ahínco”, y haciendo un llamado a una “examen de conciencia” de los países.
Cada cual mira su juego
Sin duda, el golpe más duro del evento en la capital de Argentina fue la posición unilateral excluyente y proteccionista de la mayor economía del mundo, EE.UU. El discurso de su representante, Robert Lightizer, reflejó fielmente la provocadora política unilateral “Primero Nosotros” (America First) del presidente Donald Trump.
Lo hizo reclamando, con una perspectiva claramente proteccionista, que la OMC debe clarificar “cómo define a las economías en desarrollo”, haciendo en realidad una referencia indirecta al desequilibrio comercial de su país con China, negando el principio de trato diferencial para los países más pobres, y al quejarse de los mecanismos de resolución de disputas comerciales que dio a suponer -absurdamente- que solo perjudican a EE.UU.
Como corolario, Lightizer se opuso fervientemente en las discusiones del borrador de la declaración final a cualquier mención en favor del multilateralismo y de condena al proteccionismo, algo habitual en el lenguaje de los pronunciamientos de la OMC.
En todo caso, los consensos alcanzados fueron marginales y no concretos: 70 países adscribieron a una mesa de trabajo conjunto sobre comercio electrónico (e-commerce), 87 naciones crearon el grupo de “Amigos de las Mipymes” para buscar la forma de traducir su peso en la economía en el comercio, al que se opusieron los representantes de las pymes de todo el mundo, no invitados a la discusión.
Representantes de las delegaciones australiana, chilena y nigeriana presentaron los pequeños anuncios como logros que, configurarían los lineamientos de trabajo a futuro de la OMC, una expectativa sin fundamentos al momento para tanto optimismo. Mientras tanto, fracasaba también un acuerdo sobre pesca, por la oposición india al documento y la ambigüedad respecto de la definición de “sobrepesca”. Ya había conciencia de que el acuerdo sobre Agricultura y la cartelización del algodón era una misión imposible.
Esta cita ministerial era la fecha límite para resolver las distorsiones al comercio que generan los subsidios a las compras de alimentos para distribuirlos a las poblaciones más necesitadas por parte de los gobiernos de los países en desarrollo, otro de los puntos clave del área agrícola. Y si bien se compilaron infinidad de propuestas, no hubo consenso.
La conductora de la conferencia, la ex-canciller del gobierno de Argentina del derechista presidente argentino Mauricio Macri trató infructuosamente hasta último momento de lograr el apoyo para emitir una declaración en el cierre de reconocimiento de la OMC como regulador de los intercambios mundiales.
Su preocupación seguramente no era solo por el destino de la OMC, sino sobre el suyo personal también, al reconocerse en medios diplomáticos su silenciosa expectativa de lograr volver a una posición relevante en un organismo internacional. El fracaso no fue solo debido a su limitada capacidad, sino también a un marco mundial crecientemente inestable que no deja lugar para lucimientos declamativos.
Los países centrales, elites económicas y burocráticas se endilgan mutuamente la culpabilidad por el empeoramiento de las condiciones del comercio de bienes y servicios y de las relaciones económicas y financieras en general, todos temas que trata de abarcar desmesuradamente la OMC.
En tanto, los países, pueblos y sectores más golpeados y desplazados en el mundo por minorías cada vez más concentradas privilegiadas y los rápidos cambios estructurales, deben volver a repensar y proponer una agenda propia para un desarrollo armónico inclusivo, no asimétrico, y sustentable para las vinculaciones internacionales.
Deben ser la contracara a las tendencias degradadoras de un peligroso “sálvese quien pueda” que, como ha demostrado reiteradamente la historia, siempre pueda desembocar en conflictos cada vez más graves.
Claudio della Croce
Economista y docente argentino, investigador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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