Estaba todo programado para que funcionara. Iba a ser la consagración del autoproclamado presidente de Venezuela. Le aguardaban el vicepresidente de EEUU, parlamentarios norteamericanos, aviones de guerra de los EEUU con cargamento de ayuda y tres presidentes latinoamericanos.
Lo llevó un helicóptero colombiano, pero él dijo que salió por acción de los militares venezolanos. Los medios fueron inflacionando el número de militares venezolanos que habrían desertado y que se habrían presentado a las autoridades colombianas. De dos a 60. Anuncio de ruptura en el Ejército de Venezuela.
Una gran multitud llegaría del lado de Venezuela. Con la complicidad de militares venezolanos que atenderían al llamado del autoproclamado, se abrirían las fronteras y penetrarían los camiones enviados desde EEUU. Un barco había salido de Puerto Rico en dirección a un puerto venezolano, con paquetes de ayuda. El autoproclamado, flanqueado por tres presidentes latinoamericanos, además de por la delegación norteamericana, sería llevado directamente al palacio presidencial, con la ayuda humanitaria, que resolvería los problemas del pueblo venezolano de una buena vez.
Pero como todo estaba planeado, nada resultó. No hubo caravana ni concentración de apoyo al autoproclamado. El barco volvió a Puerto Rico. Las fronteras quedaron cerradas. Aunque afirmando que no reconocía la ruptura de relaciones por parte del Gobierno venezolano, porque reconoce a otro presidente, Duque ordenó la vuelta de su personal –conforme a la decisión de expulsión por parte de Maduro-, como reconociendo el Gobierno real en Venezuela. El mismo autoproclamado pidió la reapertura de las fronteras. Lo hacía reconociendo el poder real de Maduro, a quien se dirigía. Si fuera un presidente real, él decidiría la reapertura de las fronteras y no la pediría.
El autoproclamado y sus mentores se han jugado todo. Creyeron que el cerco diplomático era suficiente, que apelar a una ayuda humanitaria y presionar a los militares venezolanos bastaría para decidir la pelea. Fueron con demasiada sed al pote. Y les salió mal.
Quedó clara la farsa de que habría otro presidente en Venezuela. Han tomado sus fake news por realidad y montaron el gran circo de Cúcuta. El paisaje después de la batalla no podría ser peor para ellos. Ya no hay un autoproclamado presidente en Venezuela. Ahora es un asilado en Colombia o en EEUU. Se agotó la petición de aislamiento diplomático. La propia Unión Europea apela a una solución negociada, pacífica, del conflicto venezolano.
Hasta el Gobierno de Brasil ha reculado en su posición agresiva, su vicepresidente ha declarado que el país no participará de ninguna acción agresiva en contra de Venezuela.
La intervención norteamericana es escandalosa. Tratan, como siempre, de enfrentar a unos latinoamericanos con otros. Mandan a su vicepresidente para quedarse en la frontera de Venezuela, como si no tuvieran ellos tantos problemas, incluso en su frontera sur. Es un Gobierno sin prestigio internacional para jugarse una aventura de ese tipo. Los presidentes latinoamericanos que lo acompañan, como los de Colombia, Chile, Paraguay, Brasil y Argentina, quedan marcados como lacayos de un imperio decadente, que no logra todavía resolver los conflictos de Irak y Afganistán, pero quiere meterse en otro, en el corazón de una región que había terminado con los conflictos militares en su seno.
No hay dos presidentes en Venezuela. Maduro es el único presidente. Lo cual no significa que los problemas del país estén en proceso de resolución. Ni las amenazas terminarán, ni los graves problemas internos, explotados por la derecha de dentro y de fuera del país, están en proceso de resolución. El mismo aislamiento internacional, en particular en América Latina y en Europa, es un problema al que el Gobierno de Maduro se tiene que enfrentar, con nuevas propuestas de pacificación del clima interno y de resolución de los impases políticos internos, incluso para que el Gobierno pueda concentrarse en los problemas económicos del país.
Una operación más de EEUU, apoyado por gobiernos subalternos de América Latina, que fracasa. Pero ha contribuido para enturbiar todavía más el clima en el continente, cuyos gobernantes hacen el juego de Trump de buscar en Venezuela un chivo expiatorio para los graves problemas internos que ninguno de ellos está en condiciones de resolver.
Fuente: Público
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