26 agosto, 2021 Nodal
Por Aram Aharonian
Tomemos conciencia del mundo en el que nos ha tocado vivir. El derretimiento de los polos, las sequías, aumento de la temperatura, incendios y tantos otros ejemplos chocan con la ceguera de los políticos que no quieren ver o son partícipes necesarios del genocidio. El problema hoy es que se agota el tiempo. La Pandemia llegó a profundizar la crisis de carácter político, económico y de dominio hegemónico.
Nos encontramos en un momento en el que la Clase Capitalista Transnacional o Global, necesita reestructurar la economía. Las grandes empresas tecnológicas son hoy las que están experimentando enormes aumentos de ingresos durante el encierro de un tercio de la humanidad. En EEUU la elite más rica aumentó sus riquezas en 240 mil millones de dólares. Y las grandes corporaciones del sector de salud, del sector tecnológico, van a estar experimentando un boom en sus ganancias, por lo tanto, estamos frente a una mayor concentración y centralización del capital a escala global.
Vivimos una pandemia sobre todo cultural, mediados por la virtualidad, tanto en la educación, la recreación, el trabajo y hasta en la sexualidad. Claro, sin tener en cuenta la enorme brecha digital en nuestras sociedades. Y una de las pocas seguridades que tenemos, es que viviremos en un mundo que será más digital. Pero ¿quién va a controlar los nuevos sistemas de información y los sistemas de seguimiento que permiten conocer prácticamente todos los desplazamientos de una persona? ¿Quién va a controlar la digitalización masiva de la vida, las grandes empresas tecnológicas o estados autoritarios?
El coronavirus parece ser la fecha que en el futuro se usará como símbolo del cambio histórico económico y político hacia la digitalización de la economía, la financiarización, la moneda virtual, hacia la materialización de nuevas relaciones sociales. ¿Pasaremos del fetichismo de la mercancía al fetichismo de la virtualidad?.
Eso plantea nuevas cuestiones sobre la organización de la vida social y de los equilibrios de podera escala internacional. La lucha por el reparto del mundo pos covid19, ya empezó. Los grupos dominantes van a utilizar el desempleo de masas para intensificar la superexplotación de la clase obrera global, hoy muy informalizada y precarizada, e imponer mayor disciplina a los trabajadores, junto a una masa que ha sido expulsada de los circuitos de producción. ¿Sobrevivirán las pequeñas y medianas empresas? ¿Volveremos al trueque? Cuando creímos que teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas.
Y entonces, ¿cuál será el sujeto social de la pospandemia? No será el proletariado, sino las clases subalternas, todos los excluidos del sistema capitalistas, aquellos que no forman parte del uno por ciento más rico del planeta. Para algunos analistas, la vanguardia será la mujer por ser quien presenta las condiciones objetivas y subjetivas de la expropiación capitalista y múltiples explotaciones (raciales, sexuales, salariales).
El feminismo ha mostrado su capacidad de construir contrahegemonía, universalizar consignas, construir programas y visibilizar el estado opresor contra las clases subalternas. El feminismo ha mostrado su capacidad de construir contrahegemonía, universalizar consignas, construir programas y visibilizar el estado opresor contra las clases subalternas. Es un movimiento que el capital pretende cooptar.
Mientras se está produciendo un cambio de paradigma a nivel global con la irrupción de la mujer en todas las actividades humanas, lo que antes hubiese sido impensable. Las nuevas generaciones, armadas de una tecnología y visión global, tienen ya la responsabilidad de enmendar los gruesos errores cometidos por las generaciones precedentes, con el deber de actuar con decisión para evitar catástrofes mayores, reformulando nuestra forma de vida.
Los recursos naturales se agotan, pero nuestros gobiernos siguen especulando con la explotación de los mismos en lugar de buscar soluciones en la digitalización de la ruralidad, por ejemplo, para garantizar la alimentación. El sector de campesinos, mucho de ellos indígenas, producen el 60% de los alimentos que comen los habitantes de las ciudades en América Latina y El Caribe. La riqueza se concentra cada vez en menos manos, y los seres humanos nos aislamos para sobrevivir.
Hay que repensar todo porque ya nada será igual. Quizá todo el conocimiento adquirido sirva para saber que no va a servir para las próximas décadas cuando, por ejemplo, haya que hacer frente al mantenimiento de la red eléctrica, una infraestructura de una gran complejidad física y operacional, la primera en fallar debido a la escasez de combustibles fósiles. Los actuales niveles de la electrónica de consumo son completamente insostenibles y en el curso del descenso energético se va a producir una simplificación enorme de la informática. Se deberá establecer una verdadera informática de guerra ante el descenso energético
Todo se manejará sobre plataformas, no habrá más relaciones cara a cara, y eso traerá nuevas percepciones, nuevas sensibilidades, incluso nuevos valores y sentimientos. Pero, sobre todo, nuevas formas de un capitalismo esclavizante, quizá como lo fuera el pasaje del feudalismo al capitalismo. Las plataformas serán los amos, y los «esclavos libres», trabajadores que pondrán sus tiempos en las plataformas que recibirán a cambio puntos (o cualquier mediación) para canjear por lo que requiere sólo para vivir, ya que no será necesario la reproducción de la fuerza de trabajo. Pero vale la pena recordar que sólo el trabajo es lo que genera valor.
Para bien o para mal, se deberá reconstruir el mundo, pero para eso ya no sirven las viejas fórmulas ni los dogmas. Nos enfrentaremos a lo desconocido, después que miles y miles de personas han muerto por la pandemia o por la falta de acceso a los servicios sanitarios. Por ahora, la polarización política se da entre una izquierda surgente y/o insurgente y fuerzas ultraderechistas, que siguen ganando adeptos en el mundo. La derecha, el capitalismo, utilizará el desempleo y el empobrecimiento masivo para imponer mayor disciplina y austeridad, para morigerar los efectos del hundimiento de la economía global, en su camino para consolidar un estado policial de vigilancia global.
Mientras, el Fondo Monetario Internacional garantiza que nuestros pueblos no salgan de la miseria. Acaba de realizar préstamos a once países de la región por 343 mil millones de dólares, pero obviamente condicionándolos a los ajustes estructurales, colaborando con el diseño del nuevo capitalismo pospadémico. Y los gobiernos de nuestros países siguen anteponiendo el pago de las deudas odiosas a las necesidades de los pueblos. En la actualidad, alrededor de 190 millones de latinoamericanos viven en situación de pobreza y 65 millones en situación de pobreza extrema; hay más de cinco millones de niños con desnutrición crónica, y la mayor parte viven en zonas rurales.
(*) Aram Aharonian es periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
No hay comentarios:
Publicar un comentario