El golpe de Estado contra la democracia, con el objetivo de deponer a Evo Morales como presidente, contó con muchos partícipes. Protagonistas, colaboradores, cómplices. Algunos desde el incio, otros como resultado de los acontecimientos, todos con nombre y apellido. La mirada del director del CELAG.
Un golpe de Estado jamás está constituido por un hecho aislado. No existe un momento puntual que pueda ser definido como el generador definitivo de una ruptura democrática. Cualquier golpe es un proceso acumulativo en el que el “marco” es fundamental para crear las condiciones necesarias y suficientes que garanticen su efectividad. La erosión de legitimidad del objetivo a derrocar se hace por múltiples vías que abonan un campo en el que luego las acciones destituyentes procuran ser presentadas como democráticas.
Por el carácter multidimensional del proceso golpista, nunca podríamos afirmar que existe un único responsable. Siempre hay muchos actores que participan en esta tarea, desde quién acaba asumiendo la Presidencia pos golpe hasta aquel que inicia una campaña de desgaste con una fake news.
En Bolivia, el golpe de Estado contra la democracia, con el objetivo de deponer a Evo Morales como presidente, también contó con muchos participes, cada cual en su justa condición; unos como colaboradores y otros como cómplices; los hubo más pasivos o más activos; algunos planificaron desde el inicio y otros se fueron sumando a medida que se fueron desarrollando los acontecimientos.
He aquí un recuento breve, pero preciso, de quiénes fueron todos los corresponsables del golpe de Estado en Bolivia, con nombres y apellidos:
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El fascismo de los comités cívicos
Especialmente el de Santa Cruz. Este movimiento político, tan violento
como racista, no es nuevo, sino que viene desde el principio de la
gestión de Evo Morales, porque jamás aceptaron que un representante
indígena y campesino fuera quien tuviera el mandato popular para
gobernar el país. Lo intentaron muchas veces, con muchos representantes
diferentes y, esta vez, el turno fue de Luis Fernando Camacho, quien no
se presentó a elecciones, quien no tiene ningún voto, pero decidió que
la violencia y el terror eran las armas para alcanzar el objetivo:
derrocar a Evo y acabar con el Estado de Derecho y orden constitucional
del país.
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La oposición partidaria que sí se presentó a las elecciones
Fundamentalmente, Carlos Mesa, principal contrincante de Evo Morales,
derrotado en las últimas elecciones, fue clave en todo este proceso
golpista, desconociendo resultados por anticipado y declarando fraude
mucho antes que se produjeran las elecciones. El mismo día de los
comicios salió a anunciar que había segunda vuelta sin que se culminara
el recuento de votos. Luego de las elecciones, mantuvo constantemente
una postura silenciosa, cómplice, ante la violencia desatada por los
comités cívicos, reacomodándose al nuevo eje político golpista sin
exigir que se frenara.
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La actual Secretaría General de la Organización de Estados Americanos
(OEA)
Siempre presente cada vez que existe un proceso de desestabilización
antidemocrático. Esta vez lo hizo de forma directa, participando en el
proceso electoral. Primero, fue con el informe preliminar de la misión
electoral, que sin base alguna, anunció que era “recomendable una
segunda vuelta”. Segundo, con un informe preliminar de la auditoría
lleno de debilidades, sesgado y parcial, sin rigor, y centrado en su
mayoría en criticar al sistema provisorio de transmisión de datos (no
vinculante). Y es que a la hora de analizar las actas oficiales, las
reales, únicamente logró demostrar irregularidades en 78 actas de un
total de 34.555, lo que supone el 0,22%. De hecho, la muestra
seleccionada, en sus propias palabras escritas en el informe, no obedece
a criterios estadísticos sino que eligieron los casos allá donde el
partido oficialista había obtenido muchos votos. El informe está plagado
de adjetivos y adverbios con tono valorativo y discrecional
(“comportamiento inusual”, “presumiblemente”) demostrando su
incompetencia en cuanto a rigor e imparcialidad.
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El Gobierno de los Estados Unidos
Otro infaltable: como siempre, tras cada golpe, reaparece
precipitadamente reconociendo al nuevo presidente autoproclamado. Aunque
esta vez, desde inicios de este año, diferentes autoridades del
Departamento de Estado -por ejemplo, Kimberly Breier- ya habían
declarado que el proceso electoral boliviano estaba repleto de
irregularidades, usando incluso el término de “potencial fraude”;
además, plantearon más de una vez que se debía de estudiar el
desconocimiento de los resultados que de la cita electoral se
desprendieran.
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La policía
Es la segunda vez que lo hace. En el año 2008 se amotinó y desconoció al
presidente Evo, provocando inseguridad ciudadana y desestabilización
política y social. No prosperó en ese entonces, pero ahora lo repitió en
un momento de gran caos y estado de terror provocado por el movimiento
fascista en las calles. Fue un actor clave en la última fase del golpe
de Estado.
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Las Fuerzas Armadas
Seguramente este es el actor más difícil de descifrar en este golpe.
Actuó en forma muy particular: hasta el último momento no se pronunció
ante la grave situación. En primer lugar, cuando todo comenzaba a estar
al límite, emitieron un comunicado escueto pero con un párrafo último
muy ambiguo. Después, en uno de los momentos de mayor tensión, se
mantuvieron en silencio hasta que, al final, salieron a pedir la
renuncia del presidente Evo. Es muy probable que al interior hubiera
división, y todavía la haya. Las Fuerzas Armadas tuvieron varias horas
de desconcierto, sin querer aprovecharse del vacío institucional de
poder existente, y en ningún momento asumieron el control de las riendas
del país. Sin embargo, esto no les exime de responsabilidad porque se
fueron acoplando al tsunami golpista. A partir de ahora veremos qué
ocurre porque la partida aún no está cerrada en cuanto a su papel en los
próximos días y semanas. Hasta el momento, la autoproclamada presidenta
ha cambiado al comandante de las Fuerzas Armadas, lo cual quiere decir
que no se fía del anterior ni de la ascendencia de éste sobre otros
mandos intermedios.
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Ciertos medios de comunicación
Jamás pueden faltar en cada golpe. Son claves para construir el marco de
referencia antes, durante y después. Uno de los principales
responsables en esta tarea en Bolivia es Página Siete. Un ejemplo es
suficiente para demostrar cuál fue su forma de generar el máximo nivel
de zozobra: desde la noche de las elecciones hasta 48 horas después,
sostuvo en su portal como entrada principal el resultado de una
encuestadora privada, Viaciencia, que daba sólo 4 puntos a favor de Evo
para instalar la idea del fraude a pesar que ya había sido publicado
oficialmente el cómputo preliminar y definitivo. Este medio siempre fue
el máximo exponente del marco del fraude, antes y después, defendiendo
el desconocimiento de los resultados desde el inicio y saliendo
rápidamente a avalar la transición no democrática. Además, hay otros
actores involucrados. No podemos obviar el rol del “periodista” Carlos
Valverde, quién en la previa del referéndum del 2016, fue responsable de
la campaña sucia en base al “caso Zapata”, orientada a erosionar la
imagen de Evo Morales.
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Los actores económicos
Los grandes empresarios del país se enriquecieron mucho en el ciclo
largo de bonanza económica. Es por ello que esta vez no está tan claro
que este golpe de Estado tenga su raíz en su posición en contra del
modelo económico boliviano. El eje explicativo central de este golpe
definitivamente reside en el racismo que posee una clase boliviana que
no acepta a lo indígena, esencia de un Estado Plurinacional. Sin
embargo, los grandes grupos económicos del país tampoco están ajenos a
esta cuota de desprecio por todo lo que tenga que ver con lo indígena.
Es por ello que, seguramente, buena parte de los grandes empresarios del
país hayan estado dubitativos entre aceptar la dirección indígena que
le garantiza un proyecto económico estable y altamente rentable para
ellos, o participar en este golpe a favor de dirigentes que sólo saben
ser violentos en las calles.
- Los oportunistas de siempre No falta el títere de turno que siempre quiere la foto como presidente, aunque sea en condición de autoproclamado. Esta vez este papel, a lo Guaidó, lo desempeña la opositora Jeanine Áñez, que obtuvo algo menos de 50.000 votos para alcanzar su banca de senadora. De todas formas, lo que es seguro es que ella, a pesar que se auto promulgue y algunos otros lo repitan, jamás será la Presidenta del país.
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