Desde las primeras horas de la tarde del 6 de junio y en distintas columnas, organizaciones políticas, sociales, organismos de Derechos Humanos y centrales sindicales se manifestaron en la Plaza de Mayo, histórico territorio de resistencia, para repudiar la visita oficial de Jair Bolsonaro.
El presidente de Brasil fue agasajado por el gobierno de su homólogo argentino, Mauricio Macri, mientras en forma sostenida y contundente, una renovada multitud coreaba el slogan de la convocatoria: Bolsonaro, tu odio no es bienvenido aquí.
Obstinado xenófobo, furioso machista y propagador de odio a la comunidad LGTTBI, Bolsonaro es responsable de una colosal regresión en Derechos Humanos, políticos, sociales y culturales, y de valores democráticos que en dura lucha habían sido conquistados en su país y en buena parte de Nuestra América. Para emular al presidente yanqui Donald Trump, su gobierno ha liberado la compra y portación de armas, generando el aumento de la violencia y la represión estatal, sobre todo contra la juventud negra y pobre, que registra una víctima cada 23 horas. Bolsonaro comparte mucho con Macri; por ejemplo, la práctica del law fare: la persecución judicial de dirigentes políticos y sociales, la estigmatización de pueblos originarios, el sometimiento a los poderes financieros trasnacionales y a las decisiones del Imperio, en medio de descaradas maniobras de peculado y corrupción y despiadados “ajustes” que saquean y empobrecen al pueblo. No se privaron ambos mandatarios de condenar el proceso bolivariano en Venezuela, en total olvido al respeto a la libre determinación de los pueblos. Todo esto y mucho más justificó ampliamente el grito: Bolsonaro, ¡fuera de la Argentina!
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