Luego de tres meses de amagos y amenazas y en un escenario doble -el Departamento de Estado en Washington DC y un teatro de Miami- finalmente la Administración yanqui anunció lo que se propone hacer para intensificar su guerra económica contra Cuba.
El día 17, a media mañana en breve ceremonia, apenas unos minutos, en la capital, el Secretario de Estado Mike Pompeo hizo saber que aplicarán completamente el Título III de la Ley Helms-Burton. No ofreció mayores explicaciones aunque sí dijo que a partir del dos de mayo los “cubanoamericanos” podrán actuar ante los tribunales de Estados Unidos contra quienes utilicen de algún modo las propiedades que, alegan, fueron suyas o de sus familias.
No hubo preguntas ni fue entregado algún texto que respondiese a las interrogantes que semejante decisión debía provocar entre quienes recuerden que durante veintitrés años – Clinton, W. Bush, Obama y el propio Trump – habían adoptado una posición contraria a lo que ahora se anuncia.
Se produjeron inmediatamente declaraciones oficiales de España, Canadá, México y de las autoridades de la Unión Europea que, además de protestar advirtieron que adoptarán las medidas que sean necesarias para neutralizar cualquier intento de dañar sus legítimos intereses y recordaron que están en capacidad de hacerlo tomando en cuenta que no son pocas las inversiones norteamericanas en sus países.
El espectáculo más notorio fue reservado para Miami y John Bolton, Asesor Nacional de Seguridad, desempeñó la función principal. Su auditorio eran los integrantes de lo que queda de quienes fueron parte de la Brigada 2506, o sea, los restos del grupo invasor que 58 años atrás fue derrotado por el pueblo cubano en 66 horas.
Bolton repitió lo antes dicho por Pompeo respecto a las demandas judiciales y anunció asimismo la reimposición de severas restricciones a los viajes de los cubanoamericanos a su país de origen y a las remesas que envían a sus familiares en la isla, medidas estas que antes aplicó W. Bush y generaron el rechazo de la inmensa mayoría de esa comunidad lo cual ha sido reflejado desde entonces en las elecciones del Condado Miami-Dade.
El show miamense fue tan patético como grotesco.
Los viejos y cansados veteranos fracasaron cuando eran jóvenes, y organizados por la CIA y con el apoyo de las fuerzas armadas yanquis fueron a Cuba a recuperar “sus” latifundios, “sus” fábricas y “sus” mansiones. Ahora Bolton les promete que, finalmente, la quimera será realidad.
El espectáculo lo resumió Nicolás Gutierrez Castaño: “Ni en nuestros sueños más febriles pudimos concebir que un gobierno de Estados Unidos lo haría. Ninguno lo hizo nunca. Olvídense de Reagan. Olvídense de Bush”.
Emocionado, el habilidoso abogado gestor de la Helms-Burton, cree llegado el momento de “recuperar” las cuantiosas propiedades que robó su bisabuelo.
Soñador desaforado, Bolton, por su parte, invitó a hacer un brindis por la Doctrina Monroe que, según él, está viva y saludable.
Embriagados, “celebrando” su fulminante derrota, los invitados al extraño banquete, lo aplaudieron con delirio.
Es hora de hacerlos despertar.
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