REPORTAJE al economista ecuatoriano Pedro Páez Pérez
Referente del pensamiento económico heterodoxo latinoamericano y actual superintendente de Control de Poder de Mercado de Ecuador, Pedro Páez Pérez reclama que es indispensable un proceso científico de descolonización de las concepciones económicas predominantes en la región, señalando que ese cambio se tiene que producir no solamente en el plano teórico sino también en el plano operativo.
Pedro Páez Pérez, superintendente de Control de Poder de Mercado de Ecuador. Imagen: Arnaldo Pampillon |
Frente a este escenario, criticó los planes de ajuste, las privatizaciones y la reducción del gasto público, con los que Moreno procura enfrentar los problemas estructurales de su país.
La restricción externa que enfrenta Ecuador se suma a la recesión, ¿qué alternativas baraja el actual gobierno para hacer frente a ese escenario?
Ecuador, como América latina, está sufriendo una trampa estructural vinculada a la vulnerabilidad que conllevan las fluctuaciones, la volatilidad y la hostilidad de los mercados internacionales. Ello se ha profundizado por el hecho de que cada vez hay más componentes de la balanza de pagos que dependen del sistema financiero más que de la economía real. Vemos una evolución de variables financieras –más propiamente, de manipulación financiera– por encima de la economía real. Toda la cadena de valor, incluyendo las instancias de la exportación o de la balanza comercial, está atravesada por decisiones financieras.
–En el caso de Ecuador, el problema se exacerba por la mutilación de la soberanía monetaria, que genera una restricción estructural mayor aún porque acota el espacio para hacer política monetaria, política financiera, política de tipo de cambio, política comercial y política fiscal, frente al atraso que acarreamos en el desarrollo de las fuerzas productivas. Los últimos diez años, sin duda, han constituido un esfuerzo enorme en muchos de estos aspectos.
¿En cuáles?
–En la constitución de un mercado interno, en el desarrollo de la infraestructura, en el campo de la ciencia y la tecnología, pero han dejado flancos abiertos motivo de estas carencias estructurales y eso nos está costando muy caro en la coyuntura actual.
Para enfrentar estos flancos abiertos, ¿qué diferencias observa en la perspectiva de política económica del actual gobierno?
–Hoy en Ecuador se debaten opciones que van desde un ajuste tradicional, privatizaciones, reducción del gasto público, reducción de la inversión pública, más concesión a la inversión privada –y sobre todo, a la inversión extranjera–, políticas ofertistas que abaraten los costos de las empresas privadas a costa del resto de la sociedad. Incluso, en términos dinámicos, lo que están haciendo con la formación del acervo, el talento humano, la naturaleza y la propia institucionalidad de los avances en el trazado de las reglas de juego de los actores y en términos de la competencia, tendrá consecuencias gravísimas.
Ajuste
Por cierto, Lenin Moreno se refirió a la necesidad de implementar políticas de austeridad.
–Sí, pero hay que advertir que estos anuncios se inician a finales de la gestión de Rafael Correa. Tanto en el gobierno de Moreno como en el de Correa, ha estado muy presente el imperativo ético de evitar que estos ajustes –lastimosamente presentados como técnicos e inevitables– golpeen a los sectores populares. Eso se observa en que ni Moreno ni antes Correa renunciaron a continuar con planes sociales; el problema es cómo hacerlo. Por otro lado, aparece otro tipo de iniciativas que rompe con un océano de imposibilidades epistemológicas, operativas y de política económica.
¿Cuáles?
–Cuestiones modestas como la que logró la Superintendencia de Control de Poder de Mercado, al transformar la lógica de los mercados, cambiar el componente importado y los mecanismos de circulación de la liquidez –más aun frente a la dolarización de la economía–, a través del manual de buenas prácticas para los supermercados.
¿Qué logros concretos obtuvo el gobierno con el control de poder de mercado?
–Logramos que más de 1250 millones de dólares estén representados por productos de la economía popular solidaria en las góndolas de los supermercados. Los supermercados estaban regidos para que el 6 por ciento de sus compras proviniera de la economía popular y solidaria, y terminaron comprando más del 25 por ciento de productos que cumplían con los estándares sanitarios, los ambientales, los laborales, los tributarios, incluso de innovación y de diseño. Esto genera, desde el territorio y desde la comunidad, otro tipo de tejido social, otro tipo de dinámicas económicas: son más de 1250 millones de compras privadas pero también son más de 800 millones de compras públicas que van a la economía popular y solidaria en lugar de irse a la importación, lo que habría empeorado aún más la situación de la balanza de pagos y exacerbado el problema de la liquidez.
Fundamentalmente, por la dolarización de la economía.
–Claro, porque con la dolarización no sólo se van las divisas sino que desaparece físicamente la moneda de circulación interna, con un consecuente proceso asimétrico de las velocidades, de los ritmos de desaparición de esa liquidez y de los mecanismos de defensa que tienen los operadores económicos. En este escenario, los mercados más densos y con mayores oportunidades y mayor diversificación, tienen otras posibilidades de compensar los cuellos de botella de la liquidez, una herramienta con la que no cuenta la economía popular y solidaria. Estamos generando otro tipo de multiplicadores keynesianos.
¿En qué sentido? ¿Qué diferencia se agrega a la clásica sustitución de importaciones?
–En lugar de irse a importaciones, se genera una oportunidad que tiene un componente redistributivo, un componente de desarrollo territorial y un componente de reconocimiento a la diversidad, porque estamos involucrando cadenas de valor que no necesariamente son capitalistas, porque responden a otras lógicas sociales.
Deuda
Usted se refiere al nivel micro. Pero, a nivel macro, las cifras oficiales apuntan a un empeoramiento de la situación de la deuda pública, con importantes subas de las tasas de interés y plazos de pago más cortos.
–Lastimosamente, en ese plano está operando nuevamente la ortodoxia, que predomina en toda América latina, incluso al interior del pensamiento heterodoxo. Es indispensable que opere un proceso científico de descolonización del pensamiento y del pensamiento económico, no solamente en el plano teórico sino en el plano operativo; es una deuda gigantesca que tenemos los economistas.
¿Por qué aumentó tanto la deuda externa del Ecuador?
–Por la restricción externa, que impone la eliminación de la soberanía monetaria. Así, la única posibilidad de manejo fiscal está dada por el ingreso de dólares, la única posibilidad que el sector privado tiene de comprar y vender sus productos está habilitada por la disponibilidad de dólares. Es decir que todo lo que se hace en Ecuador y en su banca depende de la disponibilidad de dólares norteamericanos.
¿Cómo repercutió la caída de los precios del petróleo en la economía ecuatoriana?
–La caída de los precios del petróleo tiene efectos en la cuestión fiscal y en el sector externo. Ecuador no ha superado las condiciones estructurales exportadoras, y el tema del petróleo es sin duda un elemento de adicción que requiere mucho más tiempo en el proceso de transformación de la matriz productiva. Se ha avanzado en ese sentido pero no con la profundidad estructural sistémica que podría significar el haber sorteado esta situación. Además, la restricción macroeconómica que impone la dolarización nos da un margen de acción muy estrecho. Atacar las raíces del problema requiere de la profundización de mecanismos internos, a nivel de lo micro como de lo macro. Nosotros también hemos dado ejemplos, como los ha dado toda América latina.
¿Cuáles?
–Allí donde nos faltó política monetaria nos inventamos una política de liquidez; pudimos generar un estímulo fiscal, el más grande del mundo de cara a la crisis del 2007-2008; pasamos de un nivel de inversión pública que oscilaba entre el 3 y el 5 por ciento del PIB en los 30 años anteriores al 13,5 por ciento en el primer año del gobierno de Correa, superando el promedio de América latina con creces y el de los países más grandes e industrializados del continente. Y eso lo hicimos sin tener moneda nacional. Y lo mantuvimos, incluso, cuando el precio del petróleo cayó de 150 a 34 dólares en cuestión de cuatro semanas. Sí hay un margen de acción en el plano macroeconómico si nos permitimos ver las cosas desde otra perspectiva.
Petróleo
Hace unas semanas se conoció que Ecuador se enfrentaba a la imposibilidad de cumplir con la cuota de bombeo crudo que le impuso la OPEP. ¿Por qué se llega a situación?
–En la OPEP hubo un acuerdo para restringir la oferta y ver si, de esa forma, recuperamos el precio del petróleo. Pero el problema fundamental se relaciona con la recesión mundial y, sobre todo, con la especulación en papeles y derivados financieros así como con las reservas estratégicas. Y es que el conflicto geopolítico de los países de Medio Oriente y el papel de la OTAN en lo relativo a la redefinición de toda esa zona genera distorsiones en el funcionamiento de los precios. Yo soy particularmente pesimista respecto a la posibilidad real de que esas cuotas puedan tener un efecto duradero. Y además, Ecuador –siendo un productor de petróleo marginal– ha hecho un sacrificio más que proporcional al que le correspondería en lo relativo a los costos que significan no sólo para la macroeconomía sino para la sociedad entera
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