martes, 18 de febrero de 2020

Abel Prieto y el futuro de la Casa de las Américas

Desde La Habana

Sucedió como presidente de Casa de las Américas al fallecido Roberto Fernández Retamar. 

La idea del escritor es darle continuidad a los principios fundadores de la institución cubana, asociada a la integración cultural de latinoamericana.

Desde La Habana

A cualquier hora del día, La Habana es una ciudad adorable. Aun cuando llueve por el ingreso de un frente frío. Las olas impactan con fiereza contra los muros y saltan por encima de lo habitual. No hay gente caminando por el Malecón; las guaguas, los colectivos cubanos, cambiaron el itinerario y los almendrones –automóviles anteriores a los años '60 que funcionan como taxis compartidos- esquivan el agua como pueden desde Centro Habana hasta el Vedado. 
Abel Prieto es autor de libros como Noche de sábado y El vuelo del gato.
 El escritor Abel Prieto, el nuevo presidente de Casa de las Américas -institución cultural con más de sesenta años de vida, fundada por Haydée Santamaría y presidida por el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar hasta su muerte, en julio de 2019-, está participando en un homenaje a Mario Benedetti, el escritor uruguayo que fue uno de los principales amigos de la “Casa”, como muchos la llaman, abreviando el nombre con afecto. 
El hombre de pelo largo que extiende la mano y saluda no parece un señor de casi 70 años. “Sería ridículo que me sintiera sustituto de alguien como Roberto, quizás el pensador más importante de la descolonización de nuestra América”, aclara Prieto en la entrevista con Página/12.
El autor del libro de cuentos Noche de sábado y la novela El vuelo del gato, entre otros títulos, nació en Pinar del Río el 11 de noviembre de 1950. Antes de presidir la Casa de las Américas fue ministro de Cultura durante casi quince años (1997-2012) y asesor de Raúl Castro. “Cuando uno enfrenta una misión como esta, tiene que hacerlo con la mayor humildad, tratando de aprender mucho de este equipo con un gran sentido de pertenencia. Fui alumno de Roberto y después nos hicimos amigos muy cercanos: Roberto el hermano mayor y yo, por supuesto, siempre el aprendiz”, compara Prieto.

-¿Qué desafíos implica presidir una institución como Casa de las Américas?

-La idea es darle continuidad a los principios fundadores de esta institución, que tiene una plataforma conceptual muy bien diseñada, asociada a la integración cultural de nuestros países. Es algo muy importante hoy cuando ha habido retrocesos en el campo de la política, con determinados personajes que se han subordinado al imperialismo y están aplicando el modelo neoliberal, acompañado de prácticas casi neofascistas. Ustedes tuvieron la experiencia terrible del gobierno macrista; la consigna era “cambiemos” y de pronto lo que impuso este personaje (Macri) fue una nueva versión del menemismo, con toda esa demagogia que caracteriza a estos tiempos. La verdad y la mentira conviven promiscuamente y las redes sociales influyen tremendamente en los resultados electorales. La palabra democracia hay que ponerla cada día más en duda porque hay mucha manipulación. Para nosotros fue muy importante que Alberto Fernández y Cristina derrotaran al macrismo; fue una señal de revitalización de un país muy importante en términos culturales. La Argentina es un reservorio excepcional de una memoria asociada a la emancipación. Y ahí está alguien como Borges, que era supuestamente un hombre de derecha y tenía manifestaciones un poquito burlonas en torno a la política, pero la obra de Borges es parte de esa acumulación cultural emancipadora.

-¿Qué líneas de trabajo proyectará a partir de la plataforma conceptual que tiene Casa de las Américas?

-Esa plataforma conceptual tiene que ver con la descolonización. Uno de los gravísimos problemas que tenemos hoy es que la derecha y en especial la industria hegemónica yanqui –algunos le llaman “industria del entretenimiento”- han ido ganando espacios. El fruto supremo de esa maquinaria es el pobre de derechas. Ustedes tienen que haber tenido mucha gente muy humilde que votó por el macrismo. Mucha gente muy humilde votó por (Jair) Bolsonaro o votó por (Donald) Trump. Estos demagogos fascistoides pueden engañar a través de los grandes medios de comunicación y las redes sociales. Una de las grandes tareas es trabajar para articular los núcleos de resistencia cultural que hay en nuestra región. Otra de las trampas del mecanismo de dominación es que el capitalismo y el neoliberalismo se presentan como “el orden esencial de las cosas” y no hay nada que cambiar ahí.

-¿Se puede cambiar el capitalismo?

-Los que pensamos que se puede cambiar el capitalismo no somos unos locos, unos Quijotes enfermos de utopía. Fidel nos dijo muchas veces que no podíamos aspirar a formar al cubano del presente y del futuro en una urna de cristal; que había que formarlo a la intemperie, recibiendo todos los virus y las bacterias que pudieran llegarle. Las nuevas tecnologías han demostrado ese intento patético de formar a los jóvenes aislándolos del mundo exterior. La civilización va a pagar la adicción a la tontería y el desmontaje a gran escala de la inteligencia. Tenemos que hacer lo que nos pedía Fidel: sembrar ideas, no cansarnos, creer en el ser humano. El ser humano no nace siendo una criatura cruel, competitiva, poco solidaria, egoísta. Nosotros tenemos que crear antídotos y una de las ideas que estamos fomentando, en coordinación con otras instituciones culturales, es formar personas con un instrumental crítico. Otro desafío es usar las nuevas tecnologías con mayor eficiencia. La Casa tiene que mantener la idea que está en la fundación de esta institución y es que no podemos renunciar a las utopías. No podemos aceptar el mundo que nos pretenden imponer. Aquí hay un gran laboratorio de ideas que está vivo.

-En un momento de restricciones económicas por la profundización del bloqueo. ¿Qué pasa con el presupuesto asignado a la Casa de las Américas?

-En los años '90 se derrumbaron todos nuestros aliados de la llamada “Europa socialista”, que después se vio que no eran tan socialistas porque estaban divorciados de la gente, algo que nunca nos hemos permitido. Aquí todos los que tenemos cargos de dirección tenemos contacto permanente con la gente. En los años '90, Cuba perdió casi el 80 por ciento del intercambio comercial, y Estados Unidos aprobó la ley Torricelli, que está vigente. Si un barco trae a Cuba algún tipo de suministro, no puede tocar ningún puerto de Estados Unidos en un plazo de 180 días. Eso para las compañías navieras es un problema porque el principal mercado del mundo es los Estados Unidos. En medio de la crisis en los años '90, Fidel dijo que lo primero que hay que salvar es la cultura. La crisis en términos materiales lo hace difícil todo: hace difícil publicar un libro, hacer una exposición o un disco; el capital simbólico necesita recursos. Tal vez Trump nos bombardee algún día; conociéndolo un poco, no debería sorprendernos… Solo en un caso extremo, ante una guerra o un bloqueo naval, esta institución dejaría de recibir los recursos básicos para sostener su actividad. Muchos reciben un aluvión de noticias falsas sobre Cuba y nosotros tenemos que alimentar con noticias frescas lo que estamos haciendo en este país para resistir y no ceder ante el empuje del bloqueo.

 

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