Por Stella Calloni
Soy simplemente una mujer de América Latina, periodista, escritora, y como tal lo conocí a Ud. cuando era canciller del presidente José “Pepe” Mujica en Uruguay. No espero que lo recuerde.
¡Qué distintos aquellos momentos a lo que hoy estamos viviendo! Ahora Ud. es secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), organismo que aún sigue siendo una especie de Ministerio de Colonias. Y en estos momentos parece serlo más que nunca, aunque no todos nuestros países son manejables como en otros tiempos.
Por eso, frente a lo que está viviendo nuestra región, y en estas horas Venezuela, cuyo pueblo acaba de demostrar la verdad que ocultan los monopolios mediáticos votando masivamente a los representantes populares para las Asamblea Constituyente, decidí escribirle esta carta. También ante la impotencia por la impunidad con que se está intentando destruir el proyecto más avanzado de integración emancipatoria que habíamos logrado. Esa gran esperanza de la unidad de Nuestra América que tanto nos ha costado: un genocidio en el siglo XX, golpes de Estado, invasiones, saqueo y la dependencia eterna de la potencia imperial que nos ha declarado su “patio trasero”.
En este siglo XXI estábamos dando pasos gigantescos en el intento de recuperar nuestra independencia definitiva, castrada a fines del siglo XIX por la expansión imperial, “el Destino Manifiesto”, la doctrina Monroe, todos documentos coloniales que siguen siendo básicos en los proyectos actuales de Estados Unidos contra nosotros. Los siempre sumisos socios o aliados por intereses de todos los Gobiernos estadounidenses, las derechas locales, acompañaron las dictaduras militares en el continente y ahora siguen siendo el mismo batallón perdido del imperio.
Habíamos logrado un avance extraordinario, nuestra voz sonaba alta y usted lo sabe. Teníamos la posibilidad, por primera vez, de conformar unitariamente un bloque, no para dominar y atacar a nadie, sino para defendernos juntos; declararnos finalmente libres de toda dependencia y manejar nuestros grandes recursos en favor de nuestros castigados pueblos. También significaba el rescate de identidades y culturas ocultadas por la sobrevivencia colonial en nuestra vida cotidiana.
Estados Unidos, ante sus fracasos en lo actuado contra el Gobierno y el pueblo venezolano con las estrategias y tácticas de la guerra contrainsurgente en sus nuevos diseños, decidió golpear primero y al mismo tiempo a los tres países claves en el diseño de la integración: Venezuela, Argentina y Brasil.
Hubo esperanzas cuando Ud. fue elegido por el consenso de 33 de los 34 países para ocupar la Secretaría de la OEA, cargo que asumió en mayo de 2015. Había sido Ud. el canciller del Gobierno del presidente “Pepe” Mujica, del Movimiento de Participación Popular y del Frente Amplio. ¿Cómo no iban a confiar en Ud., a pesar de que en los últimos tiempos en la Cancillería comenzaron a advertir algunos cambios en sus acciones?
Un hombre de la tierra del héroe latinoamericano José Gervasio de Artigas, de ese Frente Amplio que sobrevivió a la dictadura y llegó finalmente al Gobierno vía electoral por primera vez imponiendo la voluntad del pueblo. ¿Cómo no iba Ud. a defender a Nuestra América?
“A ustedes, como representantes de los pueblos de las Américas, me debo, y les agradezco su voto de confianza. En mí encontrarán un incansable luchador por la unidad americana, más preocupado en buscar soluciones prácticas duraderas a los problemas de nuestra región que por la retórica y la estridencia en las declaraciones guiadas por una u otra ideología”, dijo Ud. al asumir su cargo.
Ahora estamos viendo al “otro” Almagro, el que se ha convertido lamentablemente en la cabeza diplomática y política del golpismo que desde hace mucho más de cuatro años azota a Venezuela.
Ud. conoce muy bien lo que los gobiernos del fallecido presidente Hugo Chávez Frías y su seguidor, Nicolás Maduro, han logrado en ese país, donde un 80% de los venezolanos vivía en la pobreza a principios de este siglo. El Gobierno de Chávez produjo un profundo cambio revolucionario y sus decisiones en lo económico, político y social fueron reconocidas por organismos internacionales: eliminación de la extrema pobreza, derrota al analfabetismo, acciones sociales inéditas en ese país petrolero, recuperación de los recursos naturales, creación de “misiones” que hicieron un extraordinario trabajo en favor de la población venezolana, escapando a la tragedia de las burocracias sembradas por los viejos poderes dependientes, y una política exterior cuyo eje esencial era y es la unidad regional, la solidaridad y el respeto a todos los derechos de los países libres y soberanos.
Venezuela nos legó el pensamiento contrahegemónico del siglo XXI, que nos contiene a todos el bolivarismo. ¿Quién ignora que Chávez fue el motor ardiente de la integración y la solidaridad? Ahora ese país está sometido a una guerra contrainsurgente dirigida desde Estados Unidos.
Ud. sabe perfectamente cómo sucedieron todos los procesos de desestabilización golpista en Nuestra América. Es imposible que los desconozca, ya que lo vivió en su país y sus alrededores. ¿O acaso hay diferencias en el desabastecimiento programado por la ultraderecha fascista chilena y la CIA estadounidense contra el Gobierno de Salvador Allende en Chile en los años setenta, con lo que sucedió en Venezuela a partir de la muerte de Chávez?
En esos momentos, se incentivó el golpismo –que nunca dejó de estar en ese país después del fracasado golpe de abril de 2002, derrotado en 48 horas por un pueblo en las calles y un sector patriota de las fuerzas armadas–. Hubo una sucesión de sabotajes e intentos golpistas y una permanente conspiración de Washington que además invirtió millones de dólares para mantener organizada a la derecha fascista venezolana.
La participación de Estados Unidos no sólo está documentada, sino que incluso ha sido admitida abiertamente por sus gobernantes. El llamado “golpe eterno” se potenció con la muerte del presidente Hugo Chávez en marzo de 2013. En Washington se pensaba que muriendo un líder de esas características iba a ser muy fácil avanzar sobre su sucesor, en este caso Nicolás Maduro, quien el 14 de abril de 2013 ganó las elecciones en medio de un ataque masivo de guerra cibernética y de una campaña demoledora y mentirosa de la prensa mayoritariamente en manos del sector privado y golpista.
Esa misma noche, el jefe de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y excandidato presidencial, Henrique Capriles Radonsky, llamó a sus seguidores a salir a las calles e incendiar Caracas, aduciendo fraude. Aparecieron las fuerzas de choque, los motorizados que produjeron incendios, ataques a instituciones, pero lo más doloroso fueron los trece muertos y decenas de heridos.
Esto continuó a lo largo de 2014. El año 2015 comenzó con más sabotajes, asesinatos y ataques terroristas. El 12 de febrero la exdiputada ultraderechista María Corina Machado acompañó al dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López –ambos con conexiones con la CIA y los sectores fundamentalistas de Estados Unidos– cuando se anunció en televisión la toma de las calles de Caracas, con llamados a un alzamiento y un lenguaje de extrema violencia para ejecutar el proyecto golpista “La Salida”.
López aseguró entonces que se quedarían en las calles hasta el derrocamiento del presidente y esto significó un salto cualitativo en las “guarimbas” en cuanto al uso de la violencia, tratando de provocar muertes y los mayores daños posibles para llevar al caos y obligar a una renuncia de Maduro. Contaban con un muy bien organizado apoyo externo y mediático.
Ud. sabe perfectamente que los medios masivos de comunicación manejados por el poder hegemónico en un 95%, para asegurar la desinformación, la desculturización y la dominación de los pueblos, son hoy una pieza clave para las guerras de baja intensidad y de cuarta generación que se están escenificando en Venezuela y en Nuestra América, con la cooperación de la OEA.
López ya había participado activamente en el golpe de Estado de 2002. El Plan La Salida, utilizando ataques de extrema violencia y francotiradores, en una alianza con paramilitares colombianos, dejó 43 muertos y 800 heridos –de los cuales unos 200 sufren algún tipo de invalidez–, decenas de edificios incendiados, millonarios daños en el país.
¿Qué cree Ud., señor Almagro, que pasaría en Washington si algo así sucediera? ¿Qué cree que haría el Gobierno de Estados Unidos ante una situación semejante?
Ahora, desde hace más de noventa días, en sectores claramente demarcados y no en todas las calles ni en todo el país, como pretenden hacer creer los medios de desinformación masiva, se desarrollan acciones de extrema violencia, con grupos de choques entre los que se entremezclan jóvenes, incluso niños, “contratados” por dinero y drogas, delincuentes comunes (“carne de cañón”, como se dice), y paramilitares colombianos, cuyas acciones han producido más de cien muertos. Se trata de llevar la violencia a sus extremos límites quemando edificios, centros de salud, universidades, camiones con alimentos y remedios, y llevar a una guerra civil. ¿Venezuela no tiene derecho a la defensa?
Esto es un golpe de Estado en desarrollo, que es presentado ante el mundo como “marchas pacíficas” de la oposición, que fue convocada al diálogo permanentemente por el Gobierno y que obstaculizó todos los caminos para sentarse en una mesa por la paz, porque Estados Unidos necesita con urgencia quebrar a Venezuela después del golpe de Estado judicial, parlamentario y mediático en Brasil.
La destitución de la presidente Dilma Rousseff sin causa alguna, nada más que con la violencia de la mentira y falsas acusaciones en agosto de 2016, evidenció la intervención de sectores de la Justicia que en toda la región han sido cooptados por Washington, un parlamento corrupto y la guerra mediática. Similar a los golpes en Honduras (2009) y Paraguay (2012).
Para Ud. no existió este golpe en Brasil, y ahora se apoya en el presidente ilegítimo Michel Temer para actuar contra Venezuela, o en el argentino Mauricio Macri, que llegó al Gobierno por vía electoral en diciembre de 2015, en elecciones marcadas por la injerencia externa, la guerra mediática que no dio tregua y los millones de dólares que fueron repartidos en ambos países vía fundaciones estadounidenses y su red de Organizaciones No Gubernamentales (ONG). En Argentina se instaló una “fuerza de tarea” del fondo buitre de Paul Singer, quien confesó abiertamente la necesidad de deshacerse de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones de octubre de 2015 en este país. La mayoría de los ministros del gabinete del presidente Macri, cuya Fundación Pensar depende directamente de la Heritage de Estados Unidos, pertenecen a fundaciones similares y han posibilitado que Washington sea el verdadero poder detrás del trono. Este Gobierno está llevando totalitariamente al país a una severa crisis entregando la soberanía nacional, destruyendo todos los programas sociales, culturales, educativos, científicos y humanitarios, y desatando una persecución política, judicial y también mediática.
Estos son los Gobiernos “democráticos” en los que se apoya Ud. para tratar de derrocar a Nicolás Maduro, justificando política y diplomáticamente la violencia criminal en Venezuela. Y además México, donde desde 2006, cuando se instaló la falsa guerra contra el narcotráfico que dirige Washington, se registran unos 200 mil muertos y por lo menos 40 mil desaparecidos; o Colombia, donde se firmó el Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las antiguas guerrillas, pero cada día siguen asesinando a líderes sociales, indígenas, defensores de pobres y de derechos humanos. ¿Qué país puede ser verdaderamente independiente con bases militares de Estados Unido en su territorio?
En Honduras continúa el golpe de junio de 2009 y el terror encubierto en una falsa democracia, y lo mismo sucede en Paraguay después del golpe. Esto es sólo un somero repaso de la realidad latinoamericana, en momentos en que también el Gobierno de Estados Unidos enfila sus acciones contra Cuba, donde se había comenzado un acercamiento diplomático con Washington. Y también va sobre Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y presiona a los países caribeños.
¿Puede ser que un secretario general de la OEA no conozca estas situaciones y estas realidades?
La generosidad de Venezuela con todos, pero especialmente con los países más pequeños de la región, para resolver las asimetrías hacia una integración profunda, es otra realidad que parece desconocer. Los pueblos caribeños, tan despreciados por los poderosos, y otras naciones con dignidad rechazan la injerencia externa contra el Gobierno venezolano. Su país, Uruguay, entre ellos.
Momento extraordinario fue el fin de año de 2011, cuando se consolidó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Todos juntos por primera vez en la historia. Esto es lo que aceleró las acciones de Estados Unidos sobre nuestra región. Y el hecho de que hayan encontrado tanta resistencia en Venezuela los ha obligado a actuar cada día con mayor violencia e impunidad, calificando a quienes gobiernan para sus pueblos de “dictadores” y transformando a las víctimas en victimarios, con la ayuda de los medios masivos de desinformación.
El llamado “golpe blando” les está siendo difícil de aplicar a estos latinoamericanos insumisos, que tienen una obstinada decisión de liberarse al fin y que en la pasada década habíamos cometido el sacrilegio de ponernos de pie y hablar con nuestra propia voz.
Ahora tiene Ud. la oportunidad de impedir que triunfen los verdaderos terroristas que están asolando Venezuela y reconocer a una Asamblea Constituyente democrática, cuyos representantes el pueblo eligió, lo que significa un camino de paz, no de fragmentación, no de guerra. Pero Estados Unidos sólo ve la enorme reserva petrolera venezolana y otros recursos, que avivan su delirante sueño de controlar el mundo y recolonizar su “patio trasero”. Es decir, nosotros. Ya es Ud. responsable de cada muerte en Venezuela. ¿Cuántas vidas más cree, señor Almagro, que debemos pagar para ser auténticamente libres e independientes? No traicione a su patria. Defienda el derecho de los pueblos de Nuestra América a ser libres.
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