martes, 20 de octubre de 2015

Personalidad Destacada de la Cultura: Ana Maria Ramb

Ana Maria Ramb es integrante destacada de AUNA Argentina.

Acerca de Ana Maria Ramb.


Ana María Ramb no está solamente comprometida con la literatura, sino que está implicada con su tiempo, su país y el mundo. Militante de la cultura, escritora, periodista, editora, docente, sobre ella dice la reconocida escritora Graciela Montes:

Conocí a Ana María Ramb hace varios años, en ocasión de publicar su ensayo biográfico sobre Molière para la colección Los Hombres de la Historia. Como secretaria de redacción del Centro Editor de América Latina, quedé muy impresionada por la calidad del texto que llegó a mis manos: su autora era sin duda una persona pensante, con ideas claras acerca de la función política de la cultura, y plenamente confiables.


Hoy puedo decir que conozco a Ana María Ramb como tallerista, como autora, como antóloga y como organizadora cultural. Como tallerista –primero en la SADE y luego, durante varios años, en el marco del Plan de Lectura “Leer es crecer” que llevó a cabo Hebe Clementi entre 1984 y 1989–, la vi extraordinariamente comprometida con su trabajo y atenta siempre a la defensa del campo específico de la literatura y el arte.

Como antóloga: es seria, buena lectora, leal y respetuosa. Frente a las simplificaciones, los fraudes y las diversas “modas” literarias, Ana María Ramb se ha preocupado siempre por recoger la v oz popular, y por rescatar y recordar en todo momento la mejor literatura argentina. Y ha dedicado todo su esfuerzo docente a la defensa de ese particular territorio del arte. Y cuando, a propósito de su gestión en la presidencia de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina), tuve oportunidad de verla en el rol de organizadora cultural, la descubrí llena de entereza, con conceptos claros y sumamente eficaz en el terreno político.
Como autora, la noté siempre exigente y de búsqueda sostenida.
Dice por su parte Julio César Galtero, autor y editor, Personalidad Destacada de la Cultura:

La imaginación y la aventura ocupan un lugar significativo en la bibliografía de Ana María Ramb, quien ha trascendido con éxito nuestras fronteras. De ahí en más, el dolor y la soledad de los pequeños desamparos asumen en ella una dimensión inocultable, incluso cuando el humor acude a aplacar los sentimientos erosionados. La calidad narrativa de Ana María Ramb no va en desmedro de captar un público sorprendente de lectores en nuestro medio, y aun más allá.


En 1973, Ana María lleva un cuento inédito al taller que coordinaba el escritor José Murillo. A él le gustó tanto la historia, que le propone escribir sobre esa trama una novela. De allí surgió Renancó y los últimos huemules, que obtendría el Premio Casa de las Américas 1975.
Los huemules siempre fueron objetos de caza, y a esto hubo que sumar la llegada de los ciervos europeos, animales de mayor porte; éstos tomaron para ellos las mejores pasturas y usurparon la tierra de los huemules. Es una metáfora del colonialismo, y del imperialismo. Porque, de alguna manera, Renancó y los huemules representan a los pueblos de Nuestra América que luchan por su libertad, en un continente que es y quiere seguir siendo tierra de paz, generosa con todos los pueblos del mundo. La obra tiene seis ediciones en castellano, dos de ellas, cubanas. Y la última, por Desde la Gente, Buenos Aires, 2004.

Cuenta con tres traducciones a idiomas europeos: al eslovaco por Mladé Letá, Bratislava, Eslovaquia, 1978. Al alemán por Thienemann, Stuttgart, ex. República Federal Alemana, 1986.

Y al ruso por Detskaia Litteratura, Moscú, ex URSS, 1988. (100 mil ejemplares en total).

Pepe Murillo, amigo, maestro y mentor de Ana María, la llevó a conocer y tratar personalmente a otros grandes escritores: Raúl Larra, Alfredo Varela, Héctor Agosti, Armando Tejada Gómez y Hamlet Lima Quintana. Alfredo Varela, y Héctor Agosti editan en 1977, en plena dictadura, la revista del PC Contexto. Ya en su primer número, la revista describe el “apagón cultural” de entonces y, en su interior, Ana María denuncia la censura y el asedio impuesto a las escritoras Elsa Isabel Bornemann y Laura Devetach. Aquella denuncia toma forma en un reclamo escrito presentado, en la mesa de entradas de la Casa de Gobierno por el entonces presidente de la SADE, Aristóbulo Echegaray, y firmado por éste, José Murillo y Ana María. No será ésta la única contribución de AMR a la defensa de los derechos humanos.

Ana María había nacido en Córdoba en julio de 1936, a pocos días de iniciada la Guerra Civil Española, por lo que despertó muy temprano al mundo de las reivindicaciones. Sus padres pronto comenzaron a aportar ropas y dinero al Comité de Ayuda al Pueblo Español y al Socorro Rojo Internacional, Sección Argentina. Cuando, a sus cuatro años, Ana María dudaba en enviar o no un par de hermosos zapatitos rojos que comenzaban a apretarle, con palabras sencillas sus padres le contaron los padecimientos y necesidades de los niños bajo las dictaduras. La pequeña se puso a llorar, pero aprendió a deletrear una palabra nueva para ella: solidaridad. Aprendía a compartir. No estaba entonces en condiciones de imaginar que, por esos mismos años, una joven argentina luchaba del otro lado del mar en la defensa de la República Española.

Esa muchacha era Fanny Edelman, de quien Ana María se siente hoy honrada en haber conocido, y de la que tomó estas palabras como meta a seguir: Cuando la solidaridad tiene un sentido real, noble, generoso y humanístico, eso va enriqueciendo y mejorando la propia condición humana.

En los años 40, los padres de AM, Tito Ramb, joven industrial pyme, y Margaret Hughes, laboratorista en el Hospital de Clínicas de Córdoba, se trasladan a Buenos Aires. AM vuelve en los veranos a sus queridas sierras, pero de algún modo intuye que la Gran Capital sería su lugar en el mundo. Es en Buenos Aires donde aprende a leer en los titulares de dos periódicos que el papá trae cada semana a la casa: La Vanguardia (del Partido Socialista) y La Hora (del Partido Comunista, y prohibido en 1943). En ese hogar no hay biblias ni catecismos. AM ve a sus padres leer y releer libros que ella tardará años en abordar y comprender: los de José Ingenieros. 




AM estudia magisterio en el Normal Nº 4. A los 17 años, cursando el 5º año, la economía de su hogar pasa por un momento difícil. AM comienza a trabajar como cadeta en la Galería Santa Fe, seis horas en turno tarde. Pierde el promedio de 10 absoluto que tenía en el Normal hasta el momento, pero toma conciencia de que se abre a otro mundo, contemplado antes, pero no vivido hasta entonces: el mundo del asalariado. Comprende en carne propia qué es eso de la plus valía que explicaba el periódico La Hora. Allí forja su identidad de trabajadora y su elección de clase. Consigue graduarse como maestra con promedio de 9.70, inicia la carrera docente, y la militancia tanto como trabajadora como por la equidad de género.

En esa cuestión, su madre y su tía Chita eran pioneras, porque le inculcaron la necesidad de que la mujer fuera autónoma económicamente y que no renunciara al trabajo remunerado ni a su carrera. Su madre le enseñó a respetar todas las ideologías y religiones, sin inculcarle ninguna, y le transfirió un modelo integral de persona, de ser humano.

El 1º de enero de 1959, AM y parte del pueblo de Buenos Aires colmaron las calles del Centro para festejar el triunfo de la Revolución en La Habana. En los tempranos 60, AM conoció y frecuentó a Rodolfo Walsh y su pareja de entonces, Pupèe Blanchard, quienes traían de Cuba noticias frescas de esa Revolución, y de la participación en ella de un médico argentino: Ernesto Che Guevara. AM inicia allí con Cuba y su Revolución un vínculo de profunda admiración y afecto hacia esa noble y admirable construcción colectiva que sería faro orientador de Nuestra América. Un momento culminante en la vida de AM es la ocasión en la que, invitada a La Habana para actuar como jurado del Premio Casa de las Américas, el Comandante Fidel Castro estrechó su mano. En su patria, AM integró el Comité Argentino de Lucha por la Libertad de los 5 Héroes Cubanos, participó en la organización del 10º Encuentro del Movimiento Argentino de Solidaridad con Cuba (2010), y tomó varias veces la palabra en ocasión de aniversarios martianos, en la Embajada de ese país, y en el Jardín de los Poetas del Rosedal de Palermo. En la actualidad, colabora con el Movimiento de Solidaridad con Cuba, a través de la Casa de la Amistad Argentino-Cubana de Buenos Aires.

Durante 10 años, AM fue maestra en la Escuela Hogar Sarmiento, donde estaban internos chicos que, o no tenían familia, o la sociedad los había puesto en la calle. Allí aprendió de sus alumnos otras pautas de vida y de lealtad muy valiosas, y supo de las enormes capacidades que tiene el ser humano aún en los momentos más críticos. Como gremialista, a los 26 años era secretaria de Relaciones Laborales de ADOMI (Asociación Docentes de la Minoridad). Un gremio “pequeño”, junto a otros grandes, liderados por Alfredo Bravo, Isauro Arancibia (de Tucumán), Marina Vilte (de Jujuy), Eduardo Requena (de Córdoba). Ya como secretaria general de ADOMI, participó en 1978 de las gestiones realizadas por Benito Bruser y Lidia Catani, de la conducción de la CTERA, ante los ministerios de Trabajo e Interior, en reclamo por la aparición con vida de Alfredo Bravo, dirigente de CTERA, ante el ministro de Trabajo, entonces Gral. Liendo, y el segundo del entonces Gral. Harguindeguy, ministro del Interior: el entonces Gral. Álvarez Palacios. Fue una experiencia crucial, que AM llevó a cabo contando con el apoyo y contención de su marido, Joaquín Carmona. En 1979, ella debió dejar su cargo docente ante amenazas y un atentado.

A fines de los 60, AM comienza a publicar cuentos para niños en la revista Billiken. A la vez, y en paralelo a su cargo docente, aborda un segundo empleo; es traductora en la Editorial Temporada. Descubre allí una contradicción: todos los trabajadores estaban bajo el régimen de empleados de comercio. Era una patronal pionera en la instalación del trabajo por contrato o basura. AM se informa de que existe la APBA (Asociación de Prensa de Buenos Aires, entonces dirigida por Enrique Tortosa, Sergio Peralta y Antonio Tarsitani). Bajo su consejo, AM realiza una labor muy minuciosa y casi secreta en el seno de la empresa; va afiliando a todos los compañeros a la APBA, se presentaron ante el Ministerio de Trabajo y tuvieron que reconocer el nuevo encuadre profesional como trabajadores de prensa. Comenzaban tiempos difíciles para la militancia.

En 1975, AM era una de las tres primeras mujeres delgadas en el gremio de periodistas. Y fue delegada en Paritarias. Toda la conducción de la APBA y sus delegados de empresa estaban amenazados por las Tres A. En diciembre de ese mismo año entran en su departamento, cuando no había nadie. Dejan pintadas las tres vocales, y un revoltijo de papeles y libros, por lo que AM se aloja en distintos domicilios a lo largo de aquel verano, tiempo que ella aprovecha para escribir febrilmente. El 25 de marzo de 1976, un día después del golpe militar, le hacen llegar un telegrama colacionado donde se le comunicaba que estaba “exonerada por realizar actividades subversivas y pro-cubanas en la Editorial Temporada”. Ella no vuelve a la empresa, y decide iniciar juicio por despido. Únicamente un abogado de la Liga de los Derechos del Hombre, el Dr. Aarón Birgin, asume su caso. A la par, ella intenta comunicarse con compañeros delegados de otros medios. Se sabe del primer periodista desaparecido, Héctor De Marchi, al que siguen otros. Los más, emprenden el exilio. AM volverá a cambiar de domicilio.

Pero no se deja vencer por la percepción del terror que impera en los años de plomo. Firma, junto con José Murillo, Héctor Agosti y otras cien personalidades de la cultura y la política, la única solicitada dirigida al dictador Rafael Videla (en octubre de 1978, diario Clarín), en reclamo por desapariciones, mal trato a mujeres detenidas políticas y niños apropiados. Firmó otros reclamos por la libertad de expresión y contra la censura, aún no concluida la dictadura (1980, Clarín), junto con César Tiempo y otros escritores, peronistas y de izquierda. Acompaña la gestión de José Murillo, secretario de la SADE. Redacta notas de reclamo, que firma junto al presidente, Aristóbulo Echegaray, por la prohibición de libros, entre ellos, de Laura Devetach y Elsa Bornemann. Organiza una mesa redonda en la que Elena Walsh hace públicas esas prohibiciones, en la misma denuncia que esta escritora publicará en el diario Clarín. Los salones de la SADE desbordaron en aquella ocasión (1979). En medio de distintos avatares, Ana María no abandona la escritura. Es una etapa fecunda, que sirve tal vez para exorcizar el miedo. Y por su obra literaria, que en la actualidad consta de más de veinte títulos, recibirá varias distinciones.

Galardones recibidos
1979: Ganó el 2º Premio del Concurso Latinoamericano de Cuento Infantil organizado por la CERLALC, Unesco, el Ministerio de Educación de Colombia y Voluntad Editores, Bogotá, Colombia,  por la obra “El caracol mágico de Celina”.
En 1981 fue distinguida con la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores por su libro de cuentos Un zapato con ceniza y lluvia. 1984 y 1990. Dos veces finalista en el Concurso de Cuentos organizado por la revista Plural,  de México, por sus cuentos para adultos “Impúdicos fantasmas del hastío” y “El ojo único del sol”.
1997. Obtuvo la Mención de Honor en el 2º Concurso Latinoamericano de Literatura Infantil “José Martí” en San José, Costa Rica, por la trayectoria y el conjunto de su obra.
2005. Finalista del Concurso Filando Cuentos de Mujer, organizado por el Colectivo Sociocultural de Mujeres Les Filanders, de Asturias, España, por el cuento “Robinson”.
En 2007 le fue otorgada una medalla por la Unión de Mujeres Argentinas, como mujer destacada por su actuación a favor de las reivindicaciones sociales y la cultura. En 2013 le fue otorgado el premio a la trayectoria por la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires.
Otras actividades
En 1999, el diputado Floreal Gorini la invitó a participar de lo que entonces era sólo un sueño: el Centro Cultural de la Cooperación, proyecto con el que Ana María colaboró desde entonces, y que desde hace más de una década es una espléndida realidad.
Además de ADOMI (Asociación de Docentes de la Minoridad), Ana María fue cofundadora e integrante de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina), que llegó a presidir.  Participó de la refundación de AUNA (asociación para la Unidad de Nuestra América), de cuya C. D. forma parte, e integra las de la Asociación Héctor P. Agosti y de la Asociación Vorwärts.
                                       

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