El líder aymara prometió reducir la extrema pobreza a un dígito, y recordó que en 2005 era del 37 por ciento y ahora es del 18,8 por ciento. Se presiente un restablecimiento de relaciones entre el gobierno de Morales y el de Obama.
Por Sebastián Ochoa Página/12 En Bolivia
Desde La Paz
Alvaro García Linera, el vicepresidente, en la ceremonia de investidura de Evo Morales celebrada en el Parlamento boliviano.
Imagen: EFE
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El presidente Evo Morales empezó su tercer mandato consecutivo con dos días de fiesta, que incluyeron una ceremonia indígena y otra urbana con la participación de invitados de gobiernos y organizaciones sociales de 40 países. Luego de su triunfo en las elecciones presidenciales de octubre pasado, con el 61,3 por ciento, el líder aymara tiene todo listo para gobernar Bolivia al menos hasta 2020. Dijo que seguirá impulsando la construcción de obras públicas en todo el país, amparado por los ingentes recursos que dejan las empresas explotadoras de hidrocarburos y minerales desde su asunción, en 2006. Aunque posiblemente afecte la caída en los precios del petróleo, que Morales atribuye a un complot entre Estados Unidos y Arabia Saudita para desestabilizar a los gobiernos de Rusia y Venezuela. Como final feliz, se presiente un restablecimiento de relaciones entre el gobierno de Morales y el de Barack Obama, quien envió a una comisión de “alto nivel” a los festejos transcurridos en esta ciudad.
Anteayer, Morales realizó en Tiwanaku una ceremonia de posesión presidencial acorde con los usos y costumbres de los pueblos indígenas andinos. En el templo de Kalasasaya, ante la Puerta del Sol, el presidente recibió dos bastones de mando de manos de amawtas, guías espirituales de la cultura inca. Lucía un chu’ku, que es una gorra en cuya frente llevaba una pieza de oro con el rostro de Wiracocha. Cubrió su cuerpo con un unku, una prenda hecha de lana de vicuña, en cuyo pecho repetía la cara de la deidad, también en oro. “Aquí no mandan los gringos, mandan los indios. Ese es el orgullo que tenemos”, dijo desde allí Morales. Abajo, entre la multitud, la comisión enviada por Obama aplaudía, aprendía a decir “jallalla” y tomaba té de coca para contrarrestar los sufrimientos que causa el sorojchi.
“Estamos haciendo gestiones para tener un encuentro de alto nivel y, además de esto, tenemos muchos deseos de reponer a nuestros embajadores. Lo único que pedimos es que haya mucho respeto”, dijo Morales el lunes pasado, en conferencia de prensa. Aprovechó para mandar un saludo a la “voluntad política” de Obama por enviar representantes.
Entre ellos estaba el subsecretario de Estado para la Democracia, Derechos Humanos y Trabajo de EE.UU., Tom Malinowski. “Le expresé al canciller (David Choquehuanca) el gran respeto y admiración que nosotros tenemos en Estados Unidos por el gran progreso y la inclusión social que se registra en Bolivia”, dijo.
Desde 2008, Bolivia no tiene embajador en Estados Unidos y viceversa. En septiembre de ese año, Evo Morales había acusado a la embajada del país del Norte de tramar un golpe de Estado en su contra, por lo cual expulsó a su representante, Philip Goldberg, y a la DEA, la agencia antidrogas estadounidense. Como respuesta, Obama hizo lo mismo con su acreditado en Washington, Gustavo Guzmán. Para dar otro golpe de frío a sus relaciones, en 2013 Bolivia expulsó de su territorio a la Usaid, la agencia de cooperación para el de-sarrollo del país del Norte.
Ahora, la Cancillería boliviana trabaja para lograr una reunión entre ambos presidentes. Pese al intercambio de sonrisas, Morales acusó a EE.UU. de estar detrás de la caída del precio del petróleo, cuyo barril se cotiza actualmente a 48 dólares, cuando en 2008 costaba 147 dólares.
“La alianza entre Estados Unidos y Arabia Saudita hace rebajar el petróleo para fines netamente geopolíticos”, dijo el presidente en alusión al perjuicio que la brusca caída causa a las economías manejadas por Vladimir Putin y Nicolás Maduro.
El venezolano fue uno de los siete presidentes que estuvieron en los actos oficiales. También estuvieron la mandataria de Brasil, Dilma Rousseff; de Ecuador, Rafael Correa; de Paraguay, Horacio Cartes; de Costa Rica, Luis Guillermo Solís; y de Trinidad y Tobago, Anthoni Carmona. Como representante de la Argentina fue el vicepresidente, Amado Boudou. También había delegaciones de Colombia, Perú y China, entre otras naciones que entregaron a Morales unos 50 regalos. Un grupo de la Argentina le dejó un cuadro con la figura del ex presidente Néstor Kirchner, y otro con una imagen de la escuela de Salta donde estudió el mandatario boliviano de 55 años.
Ayer, en el acto realizado en la Asamblea Legislativa Plurinacional, el presidente se puso un traje como el que suelen usar los presidentes, aunque con algunos motivos andinos. Allí, una vez más reiteró sus intenciones de recuperar el mar para Bolivia.
“Hemos encaminado nuestra demanda hacia la Corte Internacional de Justicia con solidez y consistencia. Nuestra demanda está bien encaminada. Por historia, por justicia y por derecho, un día vamos a volver al océano Pacífico con soberanía”, dijo Morales. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, envió en su representación al presidente de la Corte Suprema de ese país, Sergio Muñoz.
Morales dio un informe de gestión que duró solamente 55 minutos. Mucho menos que el de 2012, por ejemplo, cuando lo hizo en 4 horas y 45 minutos. Dijo que era por “respeto” a los invitados de otros países.
Indicó que, entre 2005 y 2014, la inversión estatal subió en un 795 por ciento, mayormente destinada a la construcción de caminos, escuelas, hospitales y hasta canchas de césped sintético. También están las tres líneas de teleférico que inauguró el año pasado en la ciudad de La Paz para mejorar ostensiblemente el transporte público.
Agregó que continuará con la construcción de cuatro hospitales de cuarto nivel, que todavía no hay en Bolivia. Y se asfaltarán carreteras para conectar regiones de la Amazonía, aunque –dijo– ninguna pasará por medio del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), ante el rechazo de las comunidades locales.
“Hacia 2020 vamos a reducir la extrema pobreza al dígito uno, al 8 o 9 por ciento. Vamos a cumplir y ya hemos aprendido en estos nueve años. No es mucho problema”, aseguró. Y recordó que, en 2005, la extrema pobreza era del 37,2 por ciento, mientras que ahora es del 18,8 por ciento.
También realizará un referéndum para reestructurar al Organo Judicial, por lo cual no se descuenta que la Constitución sea modificada antes de fin de año. Para ello ya cuenta con dos tercios del total de parlamentarios.
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