El día 26 del mes de julio de 1953, el poeta,
periodista y diplomático José Martí, junto con el abogado Fidel Castro, toma el
Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba. Fue parte de la acción armada que un
centenar de hombres y mujeres –entre ellos, un adolescente, Raúl Castro- habían
planeado con el objetivo de acabar con la sangrienta dictadura de Fulgencio
Batista. El movimiento del 26 de julio se completaba con la toma del cuartel
Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. Ambos intentos fueron sofocados, y varios
revolucionarios, como Abel Santamaría, cayeron en combate; muchos otros fueron
a prisión.
Dijimos al comienzo que José Martí –quien,
recordamos, nació en 1853–, estuvo con esa juventud rebelde en 1953, porque su
obra e historia de vida fue inspiración de los jóvenes rebeldes. Desde su
celda, Fidel envía su defensa al tribunal que lo juzga, en un célebre documento
donde reconoce la autoría intelectual de Martí en el proyecto revolucionario.
Ese escrito, conocido como La Historia me absolverá y presentado el 16 de
octubre de 1953, guarda todavía hoy una actualidad sorprendente. Más que
alegato, es todo un programa de acción, como lo había sido y es, hoy como
nunca, el ensayo Nuestra América, escrito por el mismo Martí, héroe de la
Segunda Revolución Cubana, caído en combate en 1895. Cuando Martí habla de
Nuestra América, pone en evidencia la existencia de un Otro al que la América
nuestra no pertenece, ni quiere pertenecer. Y afirma que, para enfrentarlo, es
imprescindible integrar los pueblos de nuestra región en la Gran Patria
Latinoamericana. Es el proyecto independentista todavía inconcluso por el que
lucharon José de San Martín y Simón Bolívar, Juana Azurduy y Manuela Sáenz, y
tantos otros patriotas. Dice Martí: Injértense nuestras Repúblicas en el mundo;
pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas.
En ocasión de la primera Conferencia de las
Naciones Americanas (1889-1990), es la voz de Martí la que hace pública la
primera y original denuncia que registra la Historia sobre el imperialismo
yanqui: Es peligroso que el águila conviva con el cordero.
Pero enseguida el poeta sale de la metáfora, y llamando a las cosas por su
nombre, no duda en desenmascarar la auténtica meta de la conferencia: atar las
naciones de la América toda al carro imperial de los EEUU y, de este modo
...ensayar en los pueblos libres su sistema de colonización.
En otro lugar, afirma que: … el monopolio está sentado como un gigante
implacable, a la puerta de todos los pobres (…) Esos inicuos consorcios de los
capitales han creado la más injusta y desvergonzada de las oligarquías.
Y pone en la picota la supuesta ayuda de ...esos malvados que amasan su fortuna
con las preocupaciones y los odios de sus pueblos.
Esto decía Martí en las postrimerías del siglo XIX.
El 10 de marzo de 1953, Fulgencio Batista tomó el
poder en Cuba, mediante un golpe de Estado que respaldaron la oligarquía de ese
país y, ¡cuándo no!, los EEUU. La cruenta dictadura batistiana, en cuyas
cárceles el pueblo y los rebeldes en especial vivieron torturas que hoy solo
tienen comparación con las perpetradas en la cárcel del imperio norteamericano
en Guantánamo –porción de territorio arrancado a Cuba en 1902, como también en
Abú Ghraib, Irak, y en tantas cárceles clandestinas–, lejos de cortar de cuajo
la insurrección, potenció el rigor moral, la templanza y el compromiso de los
jóvenes patriotas. Los que sobrevivieron a la derrota de la toma del Moncada
sumarían al movimiento nuevas y entusiastas incorporaciones.
No pide entonces Fidel clemencia para él. Muy por
el contrario, casi a continuación reclama que lo envíen a la isla de Pinos, la
más terrible prisión, donde están prisioneros su hermano Raúl y otros jóvenes
que sobrevivieron a la matanza, perpetrada a posteriori de la rendición de los
revolucionarios derrotados en ese primer intento: Enviadme junto a ellos para
compartir su suerte; es inconcebible que los hombres honrados estén muertos o
presos en una república está de presidente un criminal y un ladrón.
El intento de la toma del Moncada, aunque fallido,
había rozado la victoria. Durante largos meses los combatientes se habían
templado en riguroso entrenamiento. Y el lugar elegido para la intentona era el
mejor: una vez en poder de los revolucionarios la ciudad de Santiago de Cuba,
no hubiera costado mucho poner a los orientales en pie de lucha, como estima
Fidel en su alegato. La provincia de Oriente había demostrado ser la más patriótica
y guerrera de Cuba, ya que durante treinta años había mantenido encendida
durante la lucha por la segunda independencia –aquella por la que Martí había
dado su vida–, dando el mayor tributo de sangre, sacrificio y heroísmo. Su
pueblo volverá a probarlo porque, ya tomado el Hospital Civil, las mismas
enfermeras cargaban las armas de los jóvenes sublevados. No son las únicas
mujeres recordadas por Fidel en su escrito: eriza la piel la descripción del
heroísmo y entereza de Haydée Santamaría, de Melba Hernández y otras jóvenes
guerrilleras. Una patrulla fuera del horario establecido entorpeció una acción
planeada con el mayor cuidado. Algunos guerrilleros cayeron en ella, pero, como
se dijo ya, fueron muchos más los prisioneros que, sometidos a tortura o ejecutados,
engrosaron la lista de muertos. Si la toma del Moncada fracasó por un factor
táctico fortuito, señaló sin embargo el verdadero camino de la Revolución y
trazó un programa de liberación nacional.
El lenguaje de Fidel Castro Ruz tiene en su alegato
de 1953 la impronta martiana: es épico, patriótico, claro y apasionado, todo un
ejemplo de comunicación entre un líder y su pueblo. En ese texto, Fidel vincula
lo universal de las ideas de la Revolución con la identidad específica de la
identidad cubana. Y reconoce la genealogía del movimiento juvenil que,
ejerciendo el legítimo derecho a la rebelión, había iniciado la lucha
clandestina, preparándose militarmente para la acción. Porque nada de lo humano
nace de gajo; tampoco las revoluciones. Qué duda cabe que ha sido José Martí y
no otro el ideólogo del asalto al Moncada. Si Fidel reconoce en el pensamiento
y el ejemplo de lucha de José Martí la paternidad intelectual de los hechos
revolucionarios del 26 de julio, es porque se ha formado, como sus compañeros,
en el ideario martiano, a partir de sus lecturas infantiles de La Edad de Oro,
hasta las del ensayo Nuestra América.
El alegato de Fidel fue silenciado por la censura,
pero también logró abrirse paso desde la Isla de Pinos, donde el autor estaba
recluido, para convertirse en una herramienta de organización y divulgación de
las ideas libertarias. Tres años después del intento de toma del Moncada –2 de
diciembre de 1956–, cumplido un período de exilio en México, una tripulación de
jóvenes revolucionarios cubanos ancla el yate Granma en las costas de Oriente.
Entre los que desembarcan con Fidel está su hermano Raúl, Camilo Cienfuegos y
el médico argentino Ernesto Guevara. No faltan mujeres en la partida: Celia
Sánchez, Vilma Espín, la misma Haydée Santamaría. Pronto se les unen otros
patriotas, entre ellos Frank País García, de veintitrés años, quien junto con
Raúl Pujol, pequeño comerciante de treinta y cinco años, es asesinado el 30 de
julio de 1957 por sicarios de Fulgencio Batista. El mismo día del mismo mes,
cada año se honra en Cuba la memoria de los Mártires de la Revolución.
La estrecha vinculación de los jóvenes
revolucionarios con el pueblo y la decisión de lucha manifestada en un
constante espíritu de ofensiva, hizo posible organizar nuevos frentes y
extender la guerra a otros territorios. Así, a cinco años, cinco meses y cinco
días del asalto al Cuartel Moncada, el 1º de enero de 1959 triunfa la
Revolución.
La cita más extensa que Fidel había tomado de Martí
para su alegato, escrito y presentado seis años antes, pertenece a “Tres
héroes”, texto publicado en La Edad de Oro, donde Martí escribe las semblanzas
de Simón Bolívar, José de San Martín y el cura Hidalgo:
Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el
país en que nació los hombres que lo maltratan, no es un hombre honrado… –…– En
el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta
cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que
tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con
fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es
robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un
pueblo entero, va la divinidad humana.
A 160 años de su natalicio, podemos asegurar que el
autor de esta bella página, precursor de la definitiva independencia cubana, no
ha muerto, porque sus ideas siguen en pie. ¿Quién pone en duda, a 60 años de la
toma del Moncada, que, entre las características más salientes y respetables de
la triunfante Revolución Cubana, está su inconmensurable dignidad, y esa
fecunda y permanente capacidad de solidarizarse con el sufrimiento y las
necesidades de otros pueblos? ¿Que durante los años de plomo en América Latina,
mientras la noche y la muerte se enseñoreaban de estas tierras, la dignidad de
un pueblo caribeño que construía sin pausa el hombre y la mujer nuevos –el
fruto más precioso de la transformación ética de una sociedad– fueron a la vez
faro y baluarte de resistencia, el ejemplo de luz y decoro que necesitábamos
para sobrevivir a la tempestad? El pueblo cubano, de singular coraje y
patriotismo, ha sido y es capaz de seguir adelante con su Revolución a pesar
del más cruel y prolongado bloqueo, ése al que lo sometió desde los inicios de
su liberación el imperio más poderoso del planeta. Y aun en medio de
privaciones y limitaciones, de agresiones de todo tipo: invasiones, sabotajes y
asesinatos que dejaron a su paso una estela de muerte y destrucción, ese mismo
pueblo y sus dirigentes, sin pedir retribución ni esperar retribuciones ni
gratitudes, compartió con otros pueblos del mundo sus mejores logros: salud,
educación, cultura.
Hay personas que padecen cataratas y otros
problemas oculares, y que hoy no pueden acceder a las necesarias operaciones,
debido a los altos costos. La Misión u Operación Milagro es un proyecto
humanitario que comenzó en 2004 liderado por los gobiernos de Cuba y Venezuela,
con personal médico cubano. Coordinado en Argentina por la Fundación “Un Mundo
Mejor es Posible”, se aplica también en 31 países, como parte del plan de
integración de América Latina, e incluye asimismo países de Asia y África. Como
extensión de este programa se han creado en Venezuela y Bolivia, con la ayuda
del personal médico cubano, clínicas que contribuirán al tratamiento gratuito
de estas enfermedades, permitiendo así un mayor control y prevención.
La Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), un
proyecto científico-pedagógico que abre sus puertas y su clima fraterno a
estudiantes de 122 países latinoamericanos –entre ellos, Argentina–, caribeños,
de EEUU, África, Asia y Oceanía, tuvo sus primeros graduados en 2005. Su
estudiantado lo conforman jóvenes que provienen de las capas más humildes de
sus sociedades, y presentan un amplio abanico de diversidades étnicas,
educacionales y culturales. La matrícula de la Escuela supera los mil
trescientos estudiantes.
El método cubano de alfabetización Yo, sí puedo ha
enseñado a leer y a escribir a más seis millones de personas en 28 países,
entre ellas Argentina, México, Ecuador, Nicaragua y Colombia. Venezuela y
Bolivia fueron declaradas libres de ese flagelo en el 2005 y en 2008,
respectivamente, gracias a la asesoría de Cuba, que de manera solidaria
trasmite su experiencia en la educación.
El internacionalismo, el antimperialismo, la
solidaridad y la unidad entre los países del Tercer Mundo son columnas
vertebrales de la política exterior cubana. Más de 80 mil colaboradores civiles
cubanos, de ellos casi 25 mil médicos, estomatólogos, enfermeras y técnicos de
la salud, los que unidos a decenas de miles de profesores, maestros, ingenieros
y otros profesionales y trabajadores calificados, han prestado servicios
internacionalistas en África. Y más de 380 mil soldados y oficiales han
protegido la liberación de países de ese continente, o han combatido junto a
soldados y oficiales africanos por la independencia nacional, o contra la
agresión exterior, a lo largo de más de 30 años.
Hoy, cuando la salud de Nelson Mandela ocupa a las
agencias internacionales de noticias, se oculta la relación histórica y la
profunda amistad del líder sudafricano con Cuba y con Fidel Castro. Olvidan que
en su discurso del 26 de julio de 1991 en Matanzas, Cuba, Nelson Mandela
agradeció la solidaridad y apoyo de ese país al suyo durante décadas. Y subrayó
el apoyo militar cubano que supuso la victoria de Cuito Cuanavale, en Angola,
frente a las tropas sudafricanas: un hito que es considerado el inicio del fin
del régimen del apartheid.
Cuba ha enviado equipos para socorrer por uno u
otro desastre a centroamericanos y haitianos. Los medios del establishment
tampoco hablan de la brigada médica cubana e internacionalista Henry Reeve
cuando el desastre del Katrina en Nueva Orleáns, EEUU. Ni de que cientos, tal
vez miles médicos cubanos han llegado a sitios tan lejanos y remotos como
Pakistán e Indonesia. Muchos se asombraron con la rápida respuesta cubana en
febrero de 2010 cuando el terremoto en Chile: a sólo ocho horas del suceso ya
dos naves de cubana de aviación volaban rumbo sur con médicos y equipos a
bordo; fueron los primeros en llegar.
“Fue el ejemplo vibrante del país caribeño el que
incendió la pradera de la América Latina en los años 60”, dice Atilio Borón en
la Revista Casa de las Américas Nº 254 (enero-marzo 2009). Y señala que la sola
presencia de Cuba y su Revolución alimentó en Nuestra América las grandes
movilizaciones que impulsaron el ascenso de la Unidad Popular en Chile y el
triunfo de Héctor J. Cámpora en la Argentina. Abrió las compuertas para el giro
radical de Juan Velazco Alvarado en Perú. En Bolivia, apoyó la instalación de
la Asamblea Popular y el gobierno de Juan José Torres. Y en la República
Dominicana, inspiró la insurgencia constitucionalista del coronel Francisco
Caamaño Deñó.
Algo más, no menos importante: la Casa de las
Américas: Tiene la edad de la Revolución. Y como ella, nació a caballo, montada
en relámpagos, con alas, como decía Martí que las ideas preferían nacer.
Fundada en abril de 1959, la Casa se yergue hoy como una de sus más respetadas,
fecundas y deslumbrantes construcciones. Si el triunfo de la Revolución Cubana
tuvo (y tiene) un grandioso y profundo impacto político y cultural en América
Latina, es indiscutible la fuerza de cohesión que insufló la Casa de las
Américas en la creación artística y el despliegue intelectual de la región.
Mario Benedetti reconocía que: “Gracias a la Casa,
los productores de las artes y las letras de América Latina no sólo pudimos
llegar al pueblo cubano y tomar contacto con la evidencia incanjeable de la
Revolución; también logramos conocernos y reconocernos entre nosotros”. Su
fundadora fue Haydée Santamaría, como dijimos antes, luchadora de primera fila
en la toma del Moncada, aquel inolvidable y cruento 26 de julio de 1953 y, más
tarde, combatiente en la Sierra Maestra. Haydée; esa muchacha, al decir de
Roberto Fernández Retamar, “rara y al mismo tiempo fascinante conjunción de
osadía e inocencia, de rigor y fantasía, de coraje y generosidad, de
pragmatismo y delirio”. En un continente donde artistas e intelectuales se
desarrollaban dentro del campo cultural de sus respectivos países como en islas
distantes entre sí, ese faro blanco, desde una isla de utopías cumplidas y de
continuo renovadas, logró derribar los muros que separaban cada parcela estanca
para defender y enriquecer nuestra cultura en un aparente oxímoron: la unidad
en la diversidad.
Si el momento histórico que vivimos es
particularmente promisorio para Nuestra América, resulta imposible hacer
abstracción de que en Venezuela la Revolución Bolivariana y el extraordinario
surgimiento de un hacedor revolucionario como Hugo Chávez no podrían explicarse
sin el notable ejemplo y proyección de la Revolución Cubana y de Fidel,
inspiradores también de la Revolución Ciudadana conducida en Ecuador por Rafael
Correa, y del surgimiento, tras 500 años de expoliación, del Estado
Plurinacional de Bolivia con su presidente Evo Morales. La influencia alcanza
también a procesos progresistas y antimperialistas en la Argentina, Uruguay y
Brasil. Y si el cerco de la reacción se estrechó mediante procesos
destituyentes en Honduras y Paraguay, en medio de estrategias imperiales que no
escatiman sus coletazos más allá de sus fronteras –y aun dentro de ellas– , los
pueblos de Nuestra América asumen el compromiso de cumplir los objetivos
fundantes de los primeros luchadores y luchadoras, y están dispuestos a
trabajar con responsabilidad y firmeza en la construcción de la definitiva
independencia, para alcanzar las metas largamente soñadas. Entre ellas,
asegurar que los países de Nuestra América la consagren y defiendan como una
región de paz permanente, a la par que demuestran que es posible otro mundo,
más justo, armonioso y amable.
Entre los compromisos urgentes e inmediatos de
quienes respetamos y amamos la Revolución Cubana, admirada por buena parte de
este pueblo, en nuestro país es preciso sumar apoyos a la lucha emprendida por
el Comité Argentino por la liberación absoluta de Gerardo Hernández, Ramón
Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González, los cuatro héroes, luchadores
antiterroristas cubanos que junto con René González –recibido con honores por
el pueblo cubano en la instancia de la ardua recuperación de su libertad tras
quince años de prisión y con una obligada permanencia bajo riesgo en Miami–
cuyo encierro en mazmorras yanquis es totalmente inaceptable, dado que sientan
precedente para justificar la prisión de todos aquellos seres humanos que en el
mundo se enfrentan a las políticas yanquis de terrorismo, guerra, injerencia,
espionaje global e invasión. Los 5 Héroes Cubanos son la noble expresión de la
auténtica identidad de su pueblo, en consonancia con lo dicho por Fidel en su
discurso de 2003, a cincuenta años de la toma del Moncada, y ante la decisión
de la Unión Europea, sometida a los mandatos del Imperio, de “suprimir o
disminuir al mínimo lo que califican de ayuda humanitaria a Cuba”. Dice
Fidel: La soberanía y la identidad de un pueblo no se discuten con nadie,
mucho menos con un grupo de potencias coloniales responsabilizadas
históricamente con el tráfico de esclavos, el saqueo e incluso exterminio de
pueblos enteros; que son culpables del subdesarrollo y la pobreza en la que hoy
viven miles de millones de seres humano, a los que siguen saqueando mediante el
intercambio desigual, la explotación y dilapidación de sus recursos naturales,
una impagable deuda externa, el robo de sus mejores cerebros y procedimientos.
Patria es humanidad, proclamó Martí hace más de un
siglo. Palabras que mantienen absoluta vigencia. Sobre todo porque la
Revolución Cubana, nacida al calor de la epopeya de la toma del Moncada aquel
26 de julio de 1953, y triunfante el 1º de enero de 1959, hacen de esas
palabras una realidad cotidiana que recupera la condición humana. Una realidad
concreta, transparente como el agua de los arroyos que bajan de las altas
cumbres.
¡Viva Fidel! ¡Viva Raúl!
¡Viva el pueblo cubano y su Revolución!
¡Viva el Che! ¡Viva el Chicho Allende, a 40 años de su digna muerte en Chile!
¡Viva el ejemplo indeleble de Hugo Chávez!
¡Viva la Patria Grande Latinoamericana!
Ana María Ramb, secretaria.
Jorge Cantor, vicepresidente.
Nita Silvestrini,
presidenta.