7/11/2022 - Publicado en twitter por Gustavo Petro
Este es el decálogo que propuse en la COP27 de Egipto, como acción para enfrentar la crisis climática del mundo.
7/11/2022 - Publicado en twitter por Gustavo Petro
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“Soy un ciudadano resucitado”: en un discurso sobrio y meditado, en el que enfatizó que su triunfo era el de la democracia, Lula definió sin exagerar lo ocurrido en Brasil. Calumniado, abandonado por la mayoría de sus aliados, encarcelado en condiciones muy severas, ¿cómo imaginar que el expresidente iba a volver al primer lugar de la vida política? En menos de un año se revirtió el ominoso panorama brasileño y si así ocurrió fue por esa notable mezcla de sensibilidad social y capacidad política que en estos años, más que nunca, mostró el líder brasileño, pero también porque el bolsonarismo había atravesado casi todas las fronteras que separan a la democracia del neofascismo, que son también las de la dignidad personal y el respeto al ser humano.
Y esas mismas fronteras son las que veíamos con espanto cómo comenzaban a cruzarse en la Argentina. De ahí que la inmensa sensación de alivio con que recibimos la derrota de Bolsonaro tenga mucho que ver con el futuro de nuestro país. Imaginemos cómo hubieran reaccionado los Picchetto, Bullrich, Ritondo y otros pichones del neofascismo – que a veces parece teledirigir Mauricio Macri- si el resultado en Brasil hubiera sido distinto. Milei, quien más lejos llegó en su adhesión a Bolsonaro, siguió twiteando en su apoyo después de la derrota, los otros probablemente sean más prudentes. Lo indudable es que esta derrota de la extrema derecha en el país más importante de la región implica una enorme bocanada de entusiasmo que se suma a las significativas victorias obtenidas, en su momento, en Colombia, Chile y otros países.
Es curioso que Lula, el dirigente populista condenado en su momento por la gran mayoría de los partidos brasileños, haya sido el artífice de lo que también puede leerse como una verdadera reconstrucción del sistema político. Aunque no es sorprendente si recordamos que Lula siempre estuvo a la cabeza de los grandes giros políticos del pensamiento político y social de la región. En los ‘80 y 90, cuando las propuestas progresistas y de izquierda quedaron tan desacomodadas con la implosión de los socialismos reales, el Partido de los Trabajadores -por entonces una de las fuerzas más radicalizadas de la región- levantó con fuerza la idea de que su versión del socialismo era incompatible con todo autoritarismo (como los que se habían derrumbado en el Este Europeo).
Años más tarde, cuando el fortalecido PT seguía perdiendo elecciones pese a su crecimiento - lo que el recordado Marco Aurelio García definía como el síndrome del Partido Comunista Italiano – Lula encabezó esa profunda revisión de la plataforma del partido que permitió ampliar la convocatoria de una fuerza que, resignando viejas consignas teóricas. encabezaría una transformación tan profunda como la que significó trabajo y comida asegurados para millones de brasileños.
Cada uno de estos cambios tuvo una influencia notable en Argentina (seguramente en mayor medida en el peronismo radicalizado y el progresismo) . Pero hoy esa influencia se amplía porque el fantasma del bolsonarismo aún acecha en la Argentina y Lula marca caminos en la lucha por evitarnos ese destino. El líder brasileño, en el marco de un discurso que celebraba lo que calificó como un triunfo del pueblo de Brasil, también recordó que la primer tarea de una fuerza popular es garantizar a los más pobres trabajo digno y tres comidas diarias. No sería bueno olvidarlo como tampoco que, como ha planteado Lula tantas veces, la unidad de la fuerza que hoy gobierna la Argentina es la base imprescindible de toda salida popular. La rápida respuesta del presidente Alberto Fernández yendo a dialogar con el líder brasileño y el saludo entusiasta de Cristina, la vicepresidenta, permiten también una mirada de mayor optimismo.
16 de octubre de 2022
Por Oscar Rotundo - PIA (Periodismo Internacional Alternativo)
La historia política de Haití es la historia de los desafíos de un pueblo que impuso su autodeterminación sobre los intereses de los imperios europeos y desde entonces las luchas por mantener esa autodeterminación han sido constantes.
La revolución haitiana no fue realizada por sectores de la pequeña burguesía letrada, fue realizada por esclavos que vivían en condiciones de extrema explotación y pobreza, es por eso que lo que caracterizo a esa revolución es su impronta, antiesclavista, antimperialista, antirracista, antipatriarcal y anticapitalista.
Era intolerable que surgiera una nación libre de esclavos cuando uno de los pilares económicos de las potencias europeas era el negocio de esclavos y el saqueo de los recursos naturales de los pueblos conquistados a sangre y fuego en un continente que ofrecía todas las posibilidades materiales para que las decadentes y devastadas metrópolis trasatlánticas imperiales acumularan riquezas y se pusieran de pie en medio de un proceso de transición económico y social sin precedentes.
En medio de un escenario encarnizado Inter imperialista a comienzos del siglo XIX y en un lugar estratégico como el Caribe, no se podía permitir que existiera una Constitución donde se consagrara que todos los hombres y mujeres fueran libres, menos aún, en 1804 cuando Napoleón se hizo proclamar emperador de los franceses y convirtiera a ese país en el Imperio Francés.
La expansión de Napoleón Bonaparte por Europa ponía en jaque el control y flujo de los recursos provenientes desde las colonias del nuevo continente, que al calor de esta situación comenzaban a desarrollar procesos independentistas que desconocían la autoridad de los gobiernos europeos.
Si tenemos en cuenta que la población indígena y africana era muy superior a la de los conquistadores y colonizadores europeos, el antecedente haitiano se constituía para las naciones imperiales en un hito sumamente peligroso, de allí que, la isla fuera asediada con intervenciones, bloqueos y obligaciones inverosímiles como el pago de indemnizaciones a Francia por su inclaudicable voluntad de ser libre, hasta que la naciente potencia imperial continental estadounidense en 1915 pusiera su bota “libertaria” sobre la voluntad del pueblo caribeño con su primera invasión militar hasta 1934, periodo en el cual avasalló la soberanía y arrasó las finanzas del país comenzando de esta manera el periodo oscuro que reina hasta la actualidad.
Desde esa invasión el destino político de Haití ha sido manipulado por EE.UU que al concluir la segunda guerra mundial y en el marco de la “guerra Fría”, no dudo en apostar a la figura de François Duvalier, médico que para mediados de la década del 50, cuando Estados Unidos comenzara con su cruzada criminal para derrocar gobiernos populares, se alzara como presidente de la Isla en las elecciones presidenciales de septiembre de 1957, por un periodo de seis años.
François Duvalier murió hace másde 50 años y aún su dictadura sesiente en Haití |
Para 1963, ante la mirada complaciente de los Estados Unidos, la OEA y la comunidad internacional, “Papa Doc” ilegalizó a las distintas organizaciones políticas, quedando la suya, el Partido Unidad Nacional, como única organización legal.
Para consolidar su poder ante el desafío que significaban dichas medidas, impulsó la creación de su propia policía, conocida como los “tontons macoutes”, integrada por antiguos malhechores sin escrúpulos, disciplinados y fanáticos seguidores del presidente y de su relato político- religioso, que lo hacían ver ante los ojos del pueblo como un ser con poderes sobrenaturales, imbuidas de las creencias del vudú.
Su cuerpo paramilitar impuso un régimen de terror al actuar con total impunidad tanto nacional como internacional con un saldo de entre treinta y sesenta mil personas asesinadas.
El gobierno de EE. UU. trataba a Duvalier como un aliado estratégico ya que se constituía como un guardián de los intereses occidentales ante la presencia en la región de la comunista isla de Cuba. El régimen haitiano combatía a los simpatizantes marxistas o a quienes mantuvieran contactos con La Habana.
Para 1964, Duvalier “Papa Doc”, cambió la Constitución y se proclamó presidente vitalicio al cual sucedería su hijo Jean-Claude, conocido como Baby Doc, quien también fuera proclamado presidente vitalicio en 1971, tras la muerte de su padre. Toda esta tragedia reñida con la democracia y con los convenios internacionales sobre la más variada gama de derechos, fue acompañada por las potencias occidentales tuteladas por el imperialismo norteamericano.
Todo ese terrible período fue de miseria y saqueo al pueblo haitiano, situación que revela que Haití no es una nación pobre, sino una nación empobrecida deliberadamente que cuenta con un pueblo indoblegable que ha sabido sobreponerse a todos los flagelos infringidos por el imperialismo y su casta política mercenaria.
En febrero de 1986, el general Henri Namphy asume una junta militar, al calor del descontento popular incentivado por los sermones de un sacerdote salesiano de nombre Jean-Bertrand Aristide y depone al dictador, que para la época no contaba con el apoyo de sus socios de Washington. Duvalier dejaba el país llevando consigo una importante y no precisada cantidad de dólares.
Luego de una sucesión de presidentes, y confiando en la promulgación de una amnistía, Jean-Claude, regresó a su país en el cual fue procesado y confinado un tiempo, hasta que murió en el 2014 sin haber pagado por sus crímenes y su saqueo a las arcas del Estado.
Durante 1987, el sacerdote continuó con las denuncias desde el altar de la iglesia y en las calles, encabezando las manifestaciones y reclamos de sus fieles, situación que lo llevó a vivir en carne propia atentados por parte de los grupos paramilitares que se habían consolidado en el país.
El sacerdote salesiano de nombre Jean-Bertrand Aristide
El proceso de deterioro y degradación política que había comenzado a principios del siglo veinte con la irrupción de las tropas norteamericanas, parecía no detenerse y por el contrario se volvía más violento. El 11 de septiembre de 1988, días antes del golpe de Estado que reemplazó a Namphy por el general Prosper Avril, hombres armados asaltaron la parroquia de Saint Jean Bosco, convertida en el centro del movimiento Ti Église (La Pequeña Iglesia) impulsado por Aristide, y asesinaron a unos 13 fieles e hirieron a otros 77, incendiando luego el edificio.
Los reclamos del sacerdote y la movilización popular continuaron haciendo eje en la corrupción, los abusos de la dictadura de Avril, el saqueo por parte de las clases dirigentes y la desigualdad socioeconómico que padecía el pueblo, considerando a las políticas implementadas por Estados Unidos, como las responsables de lo que vivía su país.
El 16 de diciembre de 1990, por primera vez en los 187 años de historia de Haití como Estado independiente se realizan elecciones democráticas, y Aristide como candidato del Lavalas*, movimiento prodemocracia que convocaba a diferentes organizaciones del movimiento popular, sindicatos y partidos democráticos, ganaba con el 67,5% de los votos a una decena de contrincantes y con amplia diferencia con el segundo, que obtenía el 14,2% de los sufragios. En las legislativas, luego de una segunda vuelta, Aristide obtenía una mayoría simple de 27 diputados sobre 83, seguido por 23 de las fuerzas de derecha.
El 7 de febrero de 1991 Aristide asume la jefatura del Estado por cinco años, un mes después de que el Ejército leal neutralizara un movimiento golpista cuyo cabecilla era Roger Lafontant, ministro del Interior y jefe de los «Tontons Macoute» bajo la dictadura de Jean-Claude Duvalier.
Con ese antecedente Aristide solicitó la cooperación de Estados Unidos y de Francia, para obtener posibilidades económicas que lo llevaran, ya no a eliminar, sino a reducir las injusticias sociales y la espantosa miseria del país «a un nivel digno de pobreza».
Haití presentaba indicadores sociales peores a los de varios países de África, con una esperanza de vida de 56 años, una tasa de mortalidad infantil cercana al 10%, un analfabetismo del 53% en la población adulta y el PIB por cada uno de sus 6,5 millones de habitantes que daba un cociente de 400 dólares.
Con una inflación del 25% y una precariedad laboral elevada, dependiendo de los precios en los mercados internacionales del cacao, café y azúcar de caña.
Con el fallido intento de golpe de Lafontant quedaba de manifiesto, que la democracia era endeble y que los oligarcas rurales, la alta burguesía y la burocracia militar corrupta, avizoraban un gran peligro para sus privilegios.
El 30 de septiembre de 1991, Aristide fue derrocado por un sangriento golpe de Estado que produjo una treintena de muertos, encabezado por el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Raoul Cédras y luego de una breve detención viajo a Venezuela, país gobernado por Carlos Andrés Perez.
víctimas del golpe militar de 1991 |
El cáncer del duvallierismo había hecho metástasis en la sociedad y la vida política haitiana manipulando desde los sectores concentrados de la economía la voluntad emancipatoria del pueblo que una y otra vez volvía a enfrentarse con el terror.
Aristide, para ese momento contaba con el apoyo de la comunidad internacional, y de la administración norteamericana que estaba muy preocupada por la posible llegada a sus costas de “boat people” haitianos desplazados por el terrorismo de Estado de una dictadura que se contraponía con su nueva faceta de “protectora de los derechos humanos y de la libertad” con la cual pretendía acosar a la Cuba socialista.
Este giro en la política exterior norteamericana, fue acompañado por la ONU, la OEA, así como por la Comunidad del Caribe (CARICOM) que condenaron de forma unánime el Golpe de Estado en Haití.
La OEA decretó el embargo comercial con carácter inmediato y el Gobierno de Estados Unidos ordenó la congelación de los fondos haitianos en su territorio.
Para reponer a Aristide en el poder las diplomacias de Francia, Estados Unidos y Venezuela, junto a los enviados especiales de la ONU y la OEA iniciaron negociaciones con los golpistas y los representantes de los partidos parlamentarios afines al golpe.
La Administración Bush, consideraba prioritaria la recuperación del orden y la estabilidad del país caribeño, con o sin Aristide al mando, pero la llegada a la Casa Blanca de la administración demócrata de Bill Clinton aceleró el papel de Estados Unidos, como un mediador dispuesto a hacer cumplir los acuerdos firmados.
Después de varias idas y vueltas y de la firma de los acuerdos de Governors Island en EE.UU, entre el presidente derrocado y los golpistas, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el envío de una Misión de 1.500 policías civiles, MINUH, para asistir a las autoridades locales en la implementación de esos acuerdos, pero el 11 de octubre, cuando los efectivos de la MINUH pretendieron desembarcar en Puerto Príncipe, los golpistas abortaron la operación.
El pueblo haitiano seguía sufriendo el accionar terrorista de los golpistas y ahora nuevamente el restablecimiento de las sanciones por parte de la ONU.
Aristide se negó a cualquier posibilidad de negociación con los golpistas y solicitó a la comunidad internacional la intervención militar inmediata como el único camino para restaurar la constitucionalidad y detener las violaciones de los Derechos Humanos. El 31 de julio de 1994, el Consejo de Seguridad, mediante la resolución 940, procedió a la creación de una Fuerza Multinacional (FMN) integrada por 21.000 soldados para reponer a Aristide por la fuerza.
Así comienza otro capítulo tortuoso con el cual se enfrentaría el pueblo haitiano en su camino por recuperar la democracia, dichas fuerzas, en su momento serían reemplazada por la MINUH, ampliada a los 6.000 efectivos y convertidas en fuerzas para el mantenimiento de la paz.
Esta fue la primera vez que la comunidad internacional movilizara aprestos bélicos para “Restaurar una Democracia”. El 19 de septiembre de 1994 luego de que Cédras, hubiera pactado con el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, garantías de una amnistía total previa a la llegada de Aristide, la misión se hizo presente en Puerto Príncipe desarmando sin resistencia a los paramilitares.
El 15 de octubre Aristide regresaba al poder bajo la supervisión de Washington, custodiado por una comitiva encabezada por el secretario Warren Christopher, al tiempo, que el Consejo de Seguridad de la ONU anulaba el régimen de sanciones.
Aristide, sabía que su restitución presidencial era un compromiso sin precedentes con Estados Unidos, y desde ese momento multiplicó los llamamientos a la paz y a la reconciliación nacional, disolvió las Fuerzas Armadas, y procedió a la creación, supervisada por la MINUH, de una Policía Nacional (PNH) de carácter civil integrada por 6.000 funcionarios.
El 31 de marzo de 1995, Aristide recibió en Puerto Príncipe a Clinton y al secretario general de la ONU, Boutros-Ghali, en víspera del acto de transferencia del mando de la FMN a la MINUH. Desde ese momento 2.400 soldados del contingente estadounidense se quedarían como personal adscrito a la MINUH, hasta la celebración de las elecciones.
Pese a todo, el clima de violencia persistía y se hacía presente y los desencuentros políticos entre las organizaciones partidistas y las ambiciones personales enrarecían la vida democrática de un país ocupado militarmente por fuerzas extranjeras y maniatado por las políticas neoliberales del FMI y demás organismos internacionales.
El 7 de febrero de 1996, Aristide entregó los atributos presidenciales a Préval en un acto que marcó un hito histórico al ser el primer traspaso entre presidentes elegidos democráticamente en ese país.
De esta manera Aristide se alejaba de la vida institucional, pero no de sus aspiraciones políticas. En el marco de la reanudación del diálogo entre el Gobierno y el FMI, el presidente Préval, anunció un plan de racionalización económica consistente en la privatización de empresas del Estado y el achicamiento del mismo mediante la reducción de la plantilla de funcionarios, generando la reacción de diferentes expresiones políticas entre ellas la de Aristide.
La imposición del paquetazo neoliberal profundizó las contradicciones entre las fuerzas democráticas y deterioró la incipiente economía del país. Para las elecciones del año 2000 el partido de Aristide obtuvo un triunfo contundente en las elecciones legislativas del 21 de mayo y el 30 de julio, consiguiendo 72 de los 82 diputados y 26 de los 27 senadores, aunque los partidos opositores se negaron a participar en la segunda vuelta y los observadores de la OEA también se rehusaron a supervisarla.
El 26 de noviembre, Aristide derrotó con el 91,8% de los votos a seis contrincantes, pero la comunidad internacional, decidió no enviar observadores y mientras el CEP hablaba de una participación del 60% en las mismas, la oposición y los medios internacionales decían que el índice real no había excedido el 10%, lo que convertía a la elección en una «farsa».
El 7 de febrero de 2001 Aristide asume su segundo mandato presidencial por cinco años, pero en un escenario totalmente distinto al que lo acompañara anteriormente. Ya no contaba con el apoyo incondicional de la comunidad internacional y las líneas de créditos estaban suspendidas hasta la normalización política del país. En este marco el deterioro político y social se aceleraba incrementando la lucha de clases ya que los sectores privilegiados de la sociedad se montaban en un proceso de conspiración manteniendo sus privilegios a costa del padecimiento de la mayoría que había visto como en los últimos 15 años, con democracia o dictadura, la miseria se profundizaba, allanando el campo para la instalación de organizaciones criminales que cooptaban a jóvenes desesperados que no vislumbraban un futuro diferente al que habían presenciado de niños.
Esta segunda gestión de Aristide, estaba signada por la violencia y la miseria, el 28 de julio de 2001, hombres armados y con ropas de militares, atacaron tres estaciones policiales asesinando a cinco agentes. En noviembre, dos jornadas de huelga general convocada por la oposición terminaron con desmanes y enfrentamientos.
En diciembre, ocurriría un hecho sumamente grave, un comando rebelde formado por unos treinta hombres irrumpió en el Palacio Nacional disparando contra las fuerzas que custodiaban el mismo. Aristide se salvó porque no estaba en el lugar. Este evento nos marca una circunstancia que con el correr de los años volveríamos a presenciar, esta vez no como un intento de magnicidio, sino como un magnicidio consumado en la figura de Jovenel Moïse.
El resultado de esta aventura golpista fue de ocho personas muertas, y la respuesta de miles de seguidores del presidente portando machetes y armas de fuego, cazando a los rebeldes en fuga, dando muerte a cuatro cerca de la frontera dominicana. La furia desbordada no se detuvo ahí y también hizo blanco en los partidos opositores.
Con el condicionamiento económico externo y el deterioro interno, la violencia se iba instalando en gran parte del país. El deterioro institucional se manifestaba en los sucesivos cambios de gabinetes y la insatisfacción popular crecía al calor de la profundización de la miseria y las denuncias de corrupción.
Al cumplirse el 1 de enero de 2004 el bicentenario de la proclamación de la independencia, la llamada Plataforma Democrática de la Sociedad Civil y de los Partidos Políticos de la Oposición presentaron una «alternativa de transición» que consistía en la salida de Aristide del poder y su sustitución por un presidente interino hasta la celebración de elecciones.
La CARICOM recibió en Jamaica a una delegación de la Plataforma, a la que propuso la designación de un primer ministro independiente y el despliegue de una fuerza policial multinacional, Aristide acepto negociar el nombramiento de un nuevo primer ministro y un gobierno abierto a los partidos de la oposición y la sociedad civil, pero al concluir su mandato en 2006. La organización opositora hizo énfasis en la dimisión de Aristide y la disolución de los grupos de seguidores armados del presidente generando el estancamiento de la negociación.
El comienzo de año mostraba un panorama de guerra civil en desarrollo, los muertos, producto de la violencia política, a mitad de año superaban la cincuentena, las bandas criminales enroladas en el Ejército Caníbal, que había tomado el nombre de Frente de Resistencia Revolucionario de Artibonite (FRRA) y también Frente para la Liberación y la Reconstrucción Nacionales (FLRN), dirigidas por Butteur Métayer, y dos de sus lugartenientes, Winter Etienne y Milfort Ferdinand, alias Ti Will, se habían proclamado respectivamente jefe regional de la Policía, alcalde y comisario de la «ciudad liberada» de Gonaïves, destruyendo los edificios gubernamentales y las comisarías y vaciando las cárceles derrotando a las fuerzas oficiales a las que pusieron en fuga o asesinaron.
Foto de Guy Philippe celebrando después de liderar el golpe de estado de 2004 contra Jean-Bertrand Aristide. |
Queda de manifiesto que Haití, es un país intervenido económicamente y manipulado políticamente, pero lo más llamativo es el poder armado de las bandas de narcotraficantes que enfrentan a las fuerzas institucionales, con armamento sofisticado que no puede provenir de otro lugar que no sea Estados Unidos, por vías convencionales o clandestinas.
El día 13 de febrero Aristide acepto la propuesta de la OEA y la CARICOM de enviar una fuerza policial internacional. Pero el día 15, daba inicio la desbandada del gobierno y uno de los jefes de los paramilitares del FRAPH, durante la dictadura de Cédras, llegado desde la República Dominicana entró en conversaciones con el FLRN para coordinar sus respectivas insurgencias para entrar en Puerto Príncipe.
La caotización de la sociedad abrió las puertas a la intervención militar extranjera. El día 23 George W. Bush envió a un pelotón de marines para proteger la Embajada estadounidense, y Francia se alisto para intervenir.
El domingo, 29 de febrero, Aristide subió a un avión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y despegó junto a un reducido séquito, entre ellos su esposa Mildred, su cuñado y dos guardaespaldas con rumbo desconocido.
Desde su exilio africano denunció que el día sábado 28 una comitiva de «agentes» y «militares» estadounidenses se había presentado en su mansión y le habrían obligado a firmar un documento por el que renunciaba al poder bajo la amenaza de que en caso contrario habría un «baño de sangre» y «miles de personas serían asesinadas».
Washington desmintió las declaraciones, pero las sospechas de que eso fuera así, quedaron plasmadas en los pedidos de algunos gobiernos de la CARICOM, que demandaron una investigación internacional independiente por las declaraciones del ex presidente y decidieron no enviar tropas a la Fuerza Militar Internacional.
En abril de 2005 Aristide acusó a Estados Unidos, Francia y Canadá de ser cómplices del «holocausto negro» que venía perpetrándose en Haití en el último año y denunció que la «represión» sufrida por sus partidarios había causado «10.000 muertos».
Las intervenciones imperialistas sobre la isla desde 1915 no han traído ni estabilidad ni bienestar al pueblo haitiano. La última de ellas, la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) duró 13 años (2004-2017), y para lo que sirvió fue para acrecentar el odio hacia la ocupación que generó la degradación de las condiciones de vida de la población, cometiendo todo tipo de aberraciones, abusos y asesinatos, avasallando la soberanía del pueblo haitiano.
Ahora, las fuerzas de gobiernos sospechados de ser los autores ideológicos y financieros del magnicidio contra el presidente de facto Jovenel Moïse a manos de mercenarios colombianos, vuelven a poner su bota libertaria y democrática sobre una nación que más allá de las contradicciones internas y las calamidades ambientales y estructurales sigue de pie para rescatar los valores libertarios de la gesta de 1804.
Haití sigue siendo manipulada por la concepción militarista norteamericana que ve en ella una ubicación estratégica indispensable para el control militar del caribe y para continuar con su plan terrorista de desestabilizar a la socialista isla de Cuba, fundamentalmente en momentos en los que el multipolarismo se levanta como una opción para los pueblos empobrecidos del sur y del Caribe.
Haití necesita la solidaridad plena y activa de los pueblos y la firme determinación de las naciones del mundo de respetar su soberanía y su autodeterminación e impedir que se repita la experiencia de la MINUSTAH. En Haití se hace carne la innegable convicción del libertador Simón Bolívar de que “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”.
El pensador, lingüista, escritor, filósofo y activista Noam Chomsky es una de las voces más lúcidas para comprender el mundo actual. A través de diversas conversaciones, el libro Por qué Ucrania ofrece una panorámica sobre su pensamiento y su forma de entender la guerra entre Estados Unidos y Rusia que tiene lugar en Ucrania.
Acompañan las entrevistas unos textos del politólogo Pablo Bustinduy, cuyo foco analítico se centra en el papel de Europa ante la guerra ruso-ucraniana y en la necesidad de la UE de encontrar su lugar dentro del nuevo orden internacional del siglo XXI.
A lo largo de ocho entrevistas que citan documentos confidenciales y explican las dinámicas más complejas de las relaciones entre Rusia, Estados Unidos, la Alianza Atlántica, la UE y China, Chomsky ofrece al lector lo que los medios de comunicación raramente logran proporcionar: la posibilidad de comprender las razones más profundas del conflicto y lo que en ello está en juego, reflexionando a la vez sobre las consecuencias y las reacciones a nivel económico, político y militar en el resto del mundo.
En este libro, Noam Chomsky expone las causas de la invasión de Ucrania iniciada por Rusia en febrero de 2022, partiendo de dos premisas fundamentales: por un lado, estamos ante “un grave crimen de guerra por el que hay que buscar explicaciones, pero que no tiene ni justificaciones ni atenuantes”; por el otro, estamos asistiendo a un movimiento expansivo de la OTAN hacia el este, que merece ser destacado y analizado.
La invasión rusa es una violación evidente del artículo 2, párrafo 4, de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad de otro Estado. No obstante, Putin ha intentado presentar justificaciones jurídicas a la invasión en el discurso del 24 de febrero. Rusia cita Kosovo, Irak, Libia y Siria como pruebas de las repetidas violaciones del derecho internacional por parte de Estados Unidos y de sus aliados. ¿Puede comentar las alegaciones de Putin a la invasión y explicarnos en qué estado se encuentra el derecho internacional en tiempos de posguerra fría?
No hay nada que decir sobre el intento de Putin de buscar una justificación jurídica a su agresión: su valor es igual a cero. Sí, es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional sin pestañear, pero esto no sirve de atenuante a los crímenes de Putin. Sin embargo, es innegable que lo de Kosovo, Irak y Libia ha tenido repercusiones directas en el conflicto de Ucrania.
La invasión de Irak ha sido un caso de manual, muestra de los crímenes por los que los nazis fueron colgados en Núremberg: una pura y simple agresión no provocada. Además de un puñetazo en la cara a Rusia.
Es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional sin pestañear, pero esto no sirve de atenuante a los crímenes de Putin.
En el caso de Kosovo, la agresión de la OTAN —o sea, de Estados Unidos— se catalogó como “ilegal pero justificada”. La definió así, por ejemplo, la Comisión Internacional Independiente para Kosovo, presidida por Richard Goldstone, porque el bombardeo se llevó a cabo para frenar las atrocidades que se producían en la región. Para poder redactar aquella sentencia fue necesario cambiar el curso de los acontecimientos: hay evidencias aplastantes de que la ola de violencia fue la consecuencia —previsible, prevista, anticipada— de la invasión. Además, había vías diplomáticas que se podrían haber seguido, pero que se ignoraron (como siempre) para seguir el camino de la fuerza.
Funcionarios estadounidenses de alto rango confirman que fue, sobre todo, el bombardeo de Serbia, aliada de Rusia —a la que ni siquiera se puso sobre aviso—, lo que hizo cambiar de idea a los rusos, que estaban dispuestos a colaborar con Estados Unidos para construir una nueva estructura de seguridad europea tras la Guerra Fría; un cambio de parecer que se aceleró con la invasión de Irak y el bombardeo de Libia toda vez que Rusia había aceptado no vetar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que la OTAN violó inmediatamente.
Todo lo que se hace tiene consecuencias, por mucho que los hechos puedan ser ocultados bajo los intereses de la doctrina dominante.
El derecho internacional no ha cambiado después de la Guerra Fría, ni siquiera de palabra, por no hablar ya de los hechos. El presidente Clinton aclaró a su tiempo que Estados Unidos no tenía intención de respetarlo. La doctrina Clinton preveía que Estados Unidos se reservara el derecho de actuar “unilateralmente si era necesario”, e incluso el de recurrir “al uso unilateral del poder militar” para defender intereses vitales como “garantizar el acceso ilimitado al mercado, a las fuentes de energía y a los recursos estratégicos”. Y el mismo camino siguieron sus sucesores, y cualquiera que pueda violar la ley impunemente.
No quiero decir que el derecho internacional carezca de valor. Ofrece margen de aplicabilidad y, en cierto sentido, es un modelo útil.
La intención de la invasión rusa parece ser derrocar el Gobierno de Zelenski y colocar uno prorruso. En todo caso, vayan como vayan las cosas, Ucrania se enfrenta a un futuro descorazonador porque parece que se va a convertir en un peón en los juegos geoestratégicos de Washington. ¿Cuán probable es que las sanciones económicas lleven a Rusia a cambiar de posición respecto a Ucrania, o las sanciones tienen un objetivo más amplio, como debilitar el poder de Putin en Rusia y sus relaciones con países como Cuba, Venezuela o China
Es posible que Ucrania no haya hecho la elección más inteligente, pero quizá tampoco tenía muchas opciones delante de los Estados imperialistas. Sospecho que las sanciones harán que Rusia dependa todavía más de China. Salvo cambio drástico, Rusia es un petroestado cleptocrático y se basa en un recurso energético cuya utilización debe reducirse drásticamente; si no, estaremos acabados. No está claro que su sistema financiero pueda resistir un ataque consistente, sea a través de sanciones o de otras medidas. Una razón más para ofrecer, aunque sea a disgusto, una vía de escape.
¿Piensa que la invasión ha inaugurado una nueva era en la conflictividad entre Rusia (quizá aliada con China) y Occidente?
Es quizá pronto para decir dónde se recogerán las cenizas, y esto podría no ser una metáfora. De momento, China juega bien sus cartas y es probable que lleve adelante el proyecto de integración económica de buena parte del mundo en su programa de expansión global. Hace unas semanas incorporó a las iniciativas de la Nueva Ruta de la Seda a Argentina, mientras asiste a cómo se destruyen entre ellos los enemigos.
Como he dicho antes, esta confrontación es una condena a muerte para la humanidad, nadie saldrá ganador. Estamos en un momento crítico de la historia de la humanidad. No podemos negarlo, no podemos ignorarlo.
16 octubre 2022
Por Nora Merlín (*) - De lilianalopezforesi.com.ar
A partir de las elecciones en Brasil el pasado 2 de octubre, abundaron comentarios referidos a la gran campaña que realizó Lula, que le permitió alcanzar el 48% de los votos en la primera vuelta, posicionándose como posible presidente de Brasil en tanto potencial ganador de la segunda vuelta
Habrá segunda vuelta reñida en Brasil
02 octubre 2022
Por Emir Sader Desde Río de Janeiro
Cuando votó en estas elecciones, Lula recordó que en las presidenciales de 2018 no pudo votar porque estaba preso. Había pedido que le acerquen una urna para votar, pero le negaron ese derecho.
Cuatro años después Lula lidera el primer turno y se enfrentará en una segunda vuelta contra Bolsonaro. A lo largo de una parte del conteo Bolsonaro aparecía en primer lugar, hasta que los votos del nordeste de Brasil llevaron a Lula a superarlo por alrededor del cuatro por ciento.
Lula quedará, al final del conteo, con un poco menos de votos de lo que las encuestas le atribuían. En cambio Bolsonaro ha sumado más votos de lo previsto. La segunda vuelta, el 30 de octubre, será una disputa más reñida entre los dos.
Lula tendrá también tareas difíciles a la hora de apoyar a los candidatos de la oposición en estados importantes como San Pablo o Bahía, entre otros. Será un mes más de tensiones y ansiedades sobre el futuro de Brasil.
Bolsonaro lo encarará con más confianza, porque ha logrado llegar a la segunda vuelta. Lula tendrá la posibilidad de encarar debates directos con Bolsonaro, con un tiempo mucho más largo que el de los debates anteriores.
No está clara todavía la composición del Congreso, pero difícilmente sea muy distinto de actual. Será también un gran desafío para Lula construir la mayoría indispensable para gobernar. Pero antes, Lula tiene los desafíos de la segunda vuelta.