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La voluntad
expresada en 2008 en las urnas, las legítimas aspiraciones de cambio y un
proyecto de progreso que, laboriosamente –y no sin dificultades–, venía
construyendo el hermano pueblo del Paraguay han sido, una vez más,
traicionados.
Un golpe de Estado expulsó del cargo a su Presidente, Fernando Lugo, a resultas de lo cual el hermano país quedó en riesgo. Porque en riesgo están el estricto respeto a los
derechos humanos, cívicos y de protección social de todos los ciudadanos y
ciudadanas; en particular, de los más postergados y desposeídos, y también los
derechos de todo aquél que aspire a vivir en un mundo mejor, en un Paraguay en
paz.
Un Paraguay que – ¿casualmente?– iba a asumir la Secretaría del Mercosur en la reunión cumbre que
se celebra en Mendoza, Argentina.
Se instrumentó contra Lugo un juicio
político bajo el escudo de los sucesos de Curuguaty, Dpto. de Canindeyú, donde
murieron once campesinos y seis policías; estos últimos, caídos bajo balas de
francotiradores a sueldo del terrateniente Blas N. Riquelme, (dueño de los Supermercados Real, ex- senador de la ANR - Partido Colorado y amigo personal del ex-dictador Alfredo Stroessner, "presidente" entre 1954 y 1989) que había usurpado tierras de
criollos y pueblos originarios, durante la Reforma Agraria Stronista. El pretexto principal elegido por la oposición,
fue la “falta de protección” que el terrateniente-usurpador padecería en “su propiedad”.
La farsa de ese somero
juicio político donde el legítimo derecho a defensa fue acotado en el tiempo y
conculcado en los hechos, y que derivó en la destitución del presidente
acusado, se inscribe en los descarados intentos destituyentes que varios países
de Nuestra América han sufrido en los últimos años. Entre ellos, Venezuela
(2002) y Ecuador (2010). En este mismo momento, grupos elitistas aliados al
capital transnacional se montan, una vez más, en una defensa de intereses
corporativos y sectoriales, y los galvanizan con el objetivo de agitar la
sociedad boliviana, para de este modo desestabilizar el gobierno del Presidente
Evo Morales. De la maniobra, no estaría ajena la embajada yanqui en ese país.
La receta, aplicada en
Paraguay en forma perentoria, es similar a la usada en 2009 en la República de
Honduras donde al presente, y mediante un proceso electoral amañado, hay un
gobierno surgido de la escandalosa destitución del Presidente Manuel Zelaya.
Hoy, pese al silencio mediático internacional, se reciben de ese hermano país
noticias de acciones que condicionan, recortan o cercenan la vida y la libertad
de los hondureños.
AUNA repudia el golpe de Estado en Paraguay, y reivindica la legitimidad del
presidente Lugo en su cargo. Adhiere a las declaraciones realizadas en este
caso por el ALBA, Mercosur, Unasur y CELAC, en las que se proclama la defensa y
protección del orden democrático. AUNA apoya con fervor el camino de
integración regional que construyen los países de Nuestra América.